La vida del Padre Pío fue una constante lucha frontal contra el diablo, quien se le apareció y le confesó sus pecados en el Sacramento de la Reconciliación.
De acuerdo al sitio web en italiano "San Pío de Pietrelcina", en una ocasión el Padre Pio contó que estando confesando le tocó el turno a "un señor alto y esbelto, vestido con cierto refinamiento y de maneras educadas y amables".
El particular penitente empezó a confesar pecados "aberrantes" contra Dios, el prójimo y la moral. Por ello, el santo buscó reprenderlo a la luz de la Biblia, las enseñanzas de la Iglesia y la moral de los santos.
No obstante, el visitante le rebatía de manera astuta todo lo que el santo le decía, justificando los pecados como si no tuvieran malicia y buscando mostrarlos como algo normal.
Esto impresionó al Padre Pío, que se preguntaba "¿Quién es este? ¿De qué mundo viene?", mientras trataba de ver su rostro y seguía escuchando lo que decía.
En ese momento, a través de una "luz interior", el Santo se dio cuenta de quién era y con voz firme y decidida dijo: "¡Viva Jesús, viva María!".