Cada 14 de septiembre, la Iglesia Católica celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Según la tradición, Santa Elena, madre del emperador Constantino, durante una peregrinación a Tierra Santa, descubrió los fragmentos del madero en el que fue sacrificado Cristo. En ese día de 326 d.C., Elena entregó la reliquia al Obispo de Jerusalén que, alzándola ante los fieles, les invitó a adorarla.
Siendo esta una fiesta universal, las iglesias locales viven este día de manera muy diferente, en función de su propia historia, cultura y de la devoción popular.
Así sucede en la localidad de El Bonillo (Albacete, España) donde sus fieles salen a las calles a venerar la imagen de un crucifijo de madera que, según la tradición, viajó desde Roma hasta el corazón de Castilla la Mancha, obrando milagros a su paso.
La historia de este viaje comienza el 8 de julio de 1623. En Roma, el Papa Gregorio XV está muriendo y antes de exhalar su último aliento, entrega a su director espiritual, un franciscano de El Bonillo, un crucifijo de madera de nogal pintado al óleo.
Entrevistado por EWTN, el P. Juan Molina Ródenas, párroco de la Iglesia de Santa Catalina de El Bonillo, explicó que “el Santísimo Cristo de los Milagros es la Cruz de celda que tenía el Papa Gregorio XV en el cabecero de su cama y tras su muerte pasó al franciscano que lo estaba atendiendo espiritualmente”.
Durante su estancia en El Bonillo, Fray Pedro Carralero se hospedó tres días en casa de Antón Diaz, un humilde agricultor al que le regaló el crucifijo como signo de agradecimiento.