El Santo Padre recordó el "episodio decisivo" de la vida de San Ignacio de Loyola en el proceso de su conversión cuando estaba convaleciente por la grave herida que sufrió en una pierna durante una batalla y comenzó a leer vidas de santos.
"A él le encantaban los cuentos de caballería, pero lamentablemente en casa había solo vidas de santos. Un poco a regañadientes se adapta, pero durante la lectura comienza a descubrir otro mundo, un mundo que lo conquista y parece competir con el de los caballeros. Se queda fascinado por las figuras de San Francisco y de Santo Domingo y siente el deseo de imitarlos", relató el Papa.
A pesar de que el mundo caballeresco seguía fascinándolo, San Ignacio escribió en su autobiografía que cuando "pensaba en aquello del mundo, las cosas caballarescas, se deleitaba mucho; más cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento; y cuando en ir a Jerusalén descalzo, y en no comer sino yerbas, y en hacer todos los demás rigores que veía haber hecho los santos; no solamente se consolaba cuando estaba en los tales pensamientos, más aun después de dejando, quedaba contento y alegre".
Ante eso, el Papa advirtió la importancia de reconocer la "huella de alegría" que dejan los "pensamientos de Dios" porque "cuando se les acoge traen una paz desconocida, que dura en el tiempo" a diferencia de "los pensamientos del mundo, que al principio son atractivos, pero después pierden brillo y dejan vacíos, descontentos".
Para ello, el Santo Padre aconsejó "escuchar el propio corazón" porque San Ignacio "hace su primera experiencia de Dios escuchando el propio corazón, que le muestra una inversión curiosa: las cosas a primera vista atractivas lo dejan decepcionado y en otras, menos brillantes, siente una paz que dura en el tiempo".
"Esto es lo que nosotros tenemos que aprender: escuchar el propio corazón, para entender qué sucede, cuál decisión tomar, cuál juicio dar a una situación… escuchar el propio corazón. Nosotros escuchamos la televisión, la radio, el celular, somos 'maestros' de la escucha. Pero te pregunto: ¿Sabes escuchar a tu corazón? Te detienes a pensar: ¿Mi corazón cómo está? ¿Está satisfecho? ¿Está triste? ¿Busca algo? Para tomar decisiones buenas es necesario escuchar el propio corazón".