Santa Rosa de Lima, la primera santa del continente americano, partió a la Casa del Padre con una gran fama de santidad, lo que hizo que el pueblo entero se volcara a las calles.
Los últimos años de su vida, Santa Rosa de Lima permaneció en la casa de sus padrinos, la familia De la Maza, por problemas con su salud, y vivía en una habitación que escogió en la zona de la servidumbre y de los esclavos.
Después de una intensa agonía, Rosa de Santa María murió el 24 de agosto de 1617 acompañada de personas muy cercanas. Se dice que padeció de tuberculosis, pero su salud estaba tan resquebrajada por servir a los pobres y enfermos y por sus mortificaciones, que incluso había tenido una parálisis de medio cuerpo.
Para inmortalizar su rostro, el pintor de la familia De la Maza, Angelino Medoro, retrató un cuadro póstumo que ha quedado hasta nuestros días.
El cuerpo fue llevado hasta la actual Basílica de Nuestra Señora del Rosario de los dominicos, ubicada a unos 15 minutos caminando desde la casa de los De la Maza.
Para ello se organizó una solemne procesión, en la que participaron el Virrey, los altos funcionarios de la época y el pueblo entero se abalanzó a venerarla.