VATICANO,
El Papa Juan Pablo II llamó a los obispos estadounidenses a asumir un modelo de vida que los coloque en la primera línea del “viaje espiritual” a la santidad, y les pidió tener el valor de enfrentar “la crisis de la pérdida del sentido del pecado”.
Al recibir a los obispos de California, Nevada y Hawai al término de su visita "ad limina", el Santo Padre prosiguió sus reflexiones acerca del "munus sanctificandi" episcopal.
"Como obispos tenéis que estar en primera línea de este viaje espiritual de santificación. Vuestro ministerio episcopal de servicio eclesial exige un modelo de vida que rechace inequívocamente cualquier tentación de ostentación, afán de carrera, o el recurso a los modelos seculares de liderato y requiere, por el contrario, que seáis testigos de la 'kenosis' de Cristo, en caridad pastoral, humildad y sencillez de vida", señaló el Papa.
Según el Santo Padre, es urgente enfrentar "la crisis de la pérdida del sentido de pecado". “Abundan los efectos del pecado -avaricia, falta de honradez y corrupción, relaciones rotas y explotación de las personas, pornografía y violencia- mientras el reconocimiento del pecado individual se ha desvanecido. Ha ocupado su lugar una cultura del reproche y el litigio que habla más de venganza que de justicia y desconoce que en todo hombre y mujer hay una herida que, a la luz de la fe, llamamos pecado original", denunció.
El Papa explicó que "el pecado es parte integral de la verdad sobre el ser humano. Ante esta realidad, la tarea del obispo de indicar la presencia triste y destructora del pecado, tanto en los individuos como en las comunidades, es de hecho un servicio de esperanza. Anunciemos con firmeza que no somos la suma de nuestros fallos y debilidades. Somos la suma del amor del Padre por nosotros y podemos transformarnos en imagen de su Hijo".
El Santo Padre se centró luego en la metanoia o conversión. Citando la parábola del Hijo Pródigo, explicó que él “representa, en cierto sentido, a todos los seres humanos. Todos podemos sentir la tentación de separarnos de nuestro Padre y padecer por ello la pérdida de la dignidad, la humillación y la vergüenza, pero también podemos tener el valor de regresar al Padre que nos abraza con un amor que, trascendiendo incluso la justicia, se manifiesta como misericordia".