BUENOS AIRES,
Durante la Misa inaugural de la 87º Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), el presidente del Episcopado, Mons. Eduardo Vicente Mirás, comprometió a los obispos a reflexionar sobre la juventud, la adolescencia, la niñez y la educación.
El Arzobispo de Rosario explicó que “las condiciones culturales de este tiempo tornan acuciantes algunos de estos problemas y por ello exigen cuidadosa reflexión”, y agregó que “en este momento de la historia, la humanidad, creyendo equivocadamente que someterse a la voluntad de Dios mutila la existencia o coarta la libertad, se inclina ante la ilusión de vivir ligada a su exclusivo parecer, y rechaza la auténtica imagen de Dios y su ley”.
“Esto hace difícil que sean aceptadas las normas que Él inscribió en la naturaleza; y más difícil todavía que sean interpretadas como muestras de su amor providencial”, añadió el Prelado.
Mons. Mirás resaltó que por presión de la “cultura global” que “ciega las conciencias”, se pone en duda, por ejemplo, “el derecho a la vida del nonato; se buscan pretextos para admitir la clonación humana; se absolutiza el sexo, independizándolo de su fin propio y natural, y se pretende la autonomía absoluta de lo temporal sin relación al fin trascendente de la persona humana”.
Tras denunciar la existencia de la “idolatría del egoísmo individualista”, se preguntó si “no es intento de suplantar a Dios toda propuesta contraria a las que Él grabó en el corazón de cada ser humano. ¿Qué otra cosa es la promoción de costumbres inéditas y los proyectos que intentan darles valor legal, o las estrategias para incluirlos en la sociedad obviando el debate correspondiente? Por ejemplo: el crimen del aborto voluntario, la eutanasia, la identificación del valor de los derechos de cualquier tipo de convivencia, la solapada justificación de la corrupción económica y de las desigualdades que se dan entre los individuos frente a la ley”.
“No se puede evitar el asombro por la frivolidad con que se tratan públicamente algunos de estos problemas”, subrayó el Arzobispo y añadió que “faltan principios éticos que sean comunes a todos. De esta manera la comunidad social se torna difícil y proclive a inclinarse a los extremos”.