21 de noviembre de 2024 Donar
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Alegría en Argentina: Declaran beatos a sacerdotes que murieron evangelizando indígenas

Sacerdotes beatos Pedro Ortiz de Zárate y Juan Antonio Solinas. Imagen: Martiresdelzenta.org

Este 2 de julio fueron beatificados en Argentina los sacerdotes Pedro Ortiz de Zárate y Juan Antonio Solinas, los llamados Mártires del Zenta que fueron asesinados en 1683 mientras realizaban su labor misionera entre los indígenas tobas, mocovíes y mataguayos.

La ceremonia fue presidida en la Diócesis de la Nueva Orán por el prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, Cardenal Marcello Semeraro; y fue concelebrada por el Nuncio Apostólico, Mons. Miroslaw Adamczyk; el Obispo de Nueva Orán, Mons. Luis Antonio Scozzina; el Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Mario Aurelio Poli; y demás obispos argentinos.

Entre los asistentes se encontraban la postuladora de la causa de canonización, la hermana Isabel Fernández; y autoridades nacionales y locales como el director nacional de Culto Católico, Luis Saguier Fonrouge; el gobernador de Salta, Gustavo Sáenz; y el vicegobernador de la provincia de Jujuy, Carlos Guillermo Haquim.

Durante la ceremonia fue leída la carta apostólica enviada por el Papa Francisco que declara beatos al sacerdote jesuita Juan Antonio Solinas y al sacerdote diocesano Pedro Ortiz de Zárate, y descubierta la imagen oficial de los dos mártires, cuya fecha litúrgica será el 27 de octubre, día en que fueron asesinados.

En su homilía, el Cardenal Semeraro dijo que la historia del martirio de los nuevos beatos es "lejana en el tiempo, pero singularmente por algunos detalles sangrientos, también lejana de nuestra sensibilidad".

Cuando se trata de los perseguidos y ejecutados por odio a la fe o por la justicia practicada por amor a Cristo, señaló, "emerge una nueva clave de lectura, que Tertuliano expresó con esta clásica sentencia: 'La sangre de los cristianos es una semilla'".

El enviado del Papa dijo que "lo que da valor a la muerte, es la muerte del santo de los santos, es decir del Señor, la primera semilla de la que ha germinado la Iglesia. Cristo se hacía semilla y germinaba la Iglesia".

"Esto es precisamente lo que hoy estamos celebrando, con el martirio de los beatos mártires Pedro y Juan Antonio. Estamos celebrando la primavera de la Iglesia", sostuvo.

El Cardenal Semeraro destacó que ambos mártires fueron "ministros de la primera evangelización. Del Beato Pedro, natural de esta tierra argentina, se podría decir lo que decían de Tomás Moro: fue un hombre para todas las épocas. Testigo de Cristo, buen político, buen marido [luego quedaría viudo], buen padre, luego un excelente sacerdote, que conocía bien a los indios y los defendía".

"En cuanto al Beato Juan Antonio, él era italiano, natural de Cerdeña, ingresó a la Compañía de Jesús e inmediatamente después de su ordenación sacerdotal llegó aquí dedicándose también a la evangelización de los indios", señaló.

Afirmó que "los testimonios han destacado su generosa entrega a sus necesidades, tanto espirituales como materiales, así como la atención pastoral en favor de españoles que habitaban aquí. Fue el impulso misionero el que los condujo a un encuentro mutuo, juntos se pusieron al servicio del Evangelio y fueron fieles hasta el derramamiento de su sangre".

La vida de los Mártires del Zenta

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El sacerdote Pedro Ortiz de Zárate nació el 29 de junio de 1626 en San Salvador de Jujuy (Argentina), en el seno de una familia de origen vasco. A los 18 años contrajo matrimonio con Petronila Ibarra Argañarás y Murguía, una mujer adinerada con la que tuvo dos hijos.

Desempeñó varios cargos públicos, entre ellos la de alcalde. Sin embargo, tras el fallecimiento de su esposa, decidió seguir su vocación sacerdotal. Pedro confió la educación de sus hijos a la abuela materna y fue ordenado sacerdote alrededor del año 1657.

En 1659 fue nombrado párroco de Jujuy, donde permaneció cerca de 24 años. Emprendió largos viajes para llegar a las poblaciones indígenas más aisladas y asistir a los pobres y enfermos. Promovió la construcción de iglesias y capillas, incluso dedicando para ello su propio patrimonio personal.

Por su parte Juan Antonio Solinas nació en Oliena, Nuoro, en la actual Italia. En 1663 entró en la Compañía de Jesús y realizó la profesión religiosa el 16 de junio de 1665.

En los primeros meses de 1672 manifestó a sus superiores su deseo de evangelizar a los pueblos aborígenes del Nuevo Mundo. Junto con algunos compañeros se trasladó primero a Barcelona, desde allí a Madrid y, por último, a Sevilla.

En la ciudad andaluza completó sus estudios de Teología y el 27 de mayo de 1673 fue ordenado sacerdote.

Ya en América, su primer destino de apostolado fue la Reducción de Itapúa, actual Paraguay, en 1678, donde se distinguió por su celo apostólico y su caridad hacia los nativos. Luego lo enviaron a la Reducción de Santa Ana.

Después de pasar un tiempo con los nativos de la etnia hohomas, en 1680 lo nombraron capellán militar. En los dos años siguientes trabajó en otras reducciones y en 1683 lo destinaron a la misión de Chaco junto con Pedro Ortiz de Zárate.

En mayo de 1683, ambos sacerdotes y otras setenta personas iniciaron un viaje largo y peligroso hasta el Valle del Zenta.

La muerte de los sacerdotes Pedro Ortiz de Zárate y de Juan Antonio Solinas ocurrió cuando evangelizaban a las poblaciones indígenas y asistían a los pobres del Valle del Zenta, junto con 18 laicos, entre ellos algunos indígenas.

El martirio sucedió después de la celebración de la Misa en el fuerte San Rafael. Los misioneros fueron rodeados por unos 150 indígenas que acercaron fingiendo intenciones pacíficas.

Cuando los misioneros se vieron indefensos y rodeados, los agresores los atacaron con lanzas y hachas. Luego los torturaron, mutilaron y, finalmente, los decapitaron.

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