Al igual que Pope, es todo el trabajo de San Efrén lo que importa, no tanto las obras individuales. Y como San Juan de la Cruz ciertamente fue un místico, pero también un asceta.
La descripción que de San Efrén hace Alban Butler es reveladora: “Su apariencia era ciertamente la de un asceta: era de baja estatura, se nos dice, calvo, sin barba y con la piel arrugada y seca como un tiesto; su vestido era todo parches, del color de la suciedad, lloraba mucho y nunca reía”.
A pesar de su extrema sobriedad y de que rehuyó la ordenación, incluso el diaconado que le fue impuesto mucho más tarde en su vida, irónicamente San Efrén nos dio y nos da alegría a través de sus cantos e himnos, que son la gloria de la Iglesia siríaca, y sus inspirados poemas que, incluso traducidos, siguen siendo edificantes.
5. Gérard Manley Hopkins (1844-1889)
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Gérard Manley Hopkins, un converso al catolicismo que luego fue ordenado sacerdote jesuita, es uno de los raros innovadores de la poesía victoriana, aunque su fama e innovaciones, como el llamado "ritmo saltado", no llegarían hasta después de su muerte.
Hopkins estaba tan adelantado en términos de invención poética que nadie sabía qué hacer con eso, hasta que el Modernismo (1900-1950) reconoció que en él la poesía inglesa había tomado un gran salto adelante.
Su uso del encabalgamiento (pasar de una línea a otra) es impresionante e impulsivo. Por ejemplo, en el poema "La grandeza de Dios": "Se reúne en una grandeza, como el exudado de aceite / Triturado". En cualquier otra época, la palabra “Triturado” ha aparecido en la misma línea que “aceite”; pero Hopkins entendió el nivel visual (así como el sonoro) de la poesía, y la caída de esa palabra la hace aún más efectiva.
Lea en voz alta este pasaje de The Windhover. Hopkins hace que el lenguaje sea tan tortuosamente hermoso que raya en el trabalenguas: "Atrapé al esbirro de esta mañana, el delfín del reino / del día, el halcón dibujado por el amanecer, en / su cabalgata / Del nivel ondulante debajo él aire firme y zancadas”.
Hopkins mismo era un británico converso al catolicismo y su unión a la Compañía de Jesús lo alejó de su familia por un tiempo. Sin embargo, su influencia en los poetas de la primera mitad del siglo XX no puede subestimarse y media docena de sus poemas aparecen en los cuatro volúmenes del Oficio Divino.
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en NCR.