La corona de espinas que tuvo que soportar Cristo durante su Pasión es una de las reliquias más veneradas por los fieles en el mundo, al igual que un fragmento de la Vera Cruz y uno de los clavos con el que fue crucificado el Hijo de Dios. Aquí te contamos su origen.
La coronación de espinas fue una de las torturas que sufrió Jesucristo durante su Pasión, suceso que meditamos en el tercer misterio doloroso y que se describe en el Evangelio de San Mateo.
“Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Lo desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y en su mano derecha una caña, y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: ‘Salve, Rey de los judíos’”.
Según los estudios realizados a la Sábana Santa de Turín -que según la tradición envolvió el cuerpo de Jesús-, y en la que quedaron impregnadas manchas de sangre del rostro, se identificaron gotas de sangre en la nuca que son producto de “lesiones en el cuero cabelludo”.
Las lesiones en la cabeza fueron provocadas por la corona de espinas pues, según los estudios médicos, las gotas de sangre halladas se distribuyen a modo de aureola, y están causadas por objetos puntiagudos, clavados y frotados sobre la cabeza, en forma de gorro o cofia de espinas.
Este instrumento de tortura habría sido confeccionado a partir de un árbol o planta que crece cerca de Tierra Santa, lugar donde Jesucristo vivió su Pasión, Muerte y Resurrección, y que se caracteriza por tener espinas muy filosas en sus ramas.