28 de octubre de 2024 Donar
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6 santos y beatos que padecieron la tuberculosis firmes en la fe en Cristo

Santa Rosa de Lima, Santa Teresita de Lisieux y Santa Faustina Kowalska y San Gabriel de la Dolorosa.

Este 24 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Tuberculosis, en recuerdo del descubrimiento de la bacteria que causa esta enfermedad, por parte del doctor Robert Koch en 1882, y para crear conciencia sobre el impacto de este mal en la salud de miles de personas.

Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), más de cuatro mil personas en el mundo mueren por tuberculosis y cerca de 30 mil contraen la enfermedad; y solo en América, cada día se enferman 800 personas y mueren más de 70 por tuberculosis. En 2020, 18.300 niños de América tenían tuberculosis y la mitad eran menores de cinco años de edad.

La OPS señaló que el tema de este año es "Invirtamos en poner fin a la TB. Salvemos vidas", para recordar que "la necesidad urgente de invertir recursos para intensificar la lucha contra la TB y lograr los compromisos asumidos por los líderes mundiales para acabar con esta enfermedad".

El año pasado, con ocasión de esta fecha, el Papa Francisco rezó de forma especial por los enfermos de tuberculosis y sus familias, expresó su preocupación por el cuidado de las personas que sufren este mal, y animó a ser más solidarios con ellos.

"Que esta ocasión pueda favorecer un impulso renovado en el cuidado de tal enfermedad y una mayor solidaridad con quienes lo sufren. Sobre ellos y sus familiares invoco el consuelo del Señor", señaló el Santo Padre.

A continuación, te presentamos el testimonio de algunos santos y beatos que padecieron esta enfermedad, y que dieron ejemplo de fortaleza en la adversidad y plena confianza en Dios.

1. San Gabriel de la Dolorosa

Francesco Possenti fue el undécimo de trece hermanos, quedó huérfano de madre a los cuatro años, y tuvo que ser criado por su padre y hermanos mayores.

A pesar de ser un joven un poco frívolo y vanidoso, cumplía fielmente con ir a Misa y tenía una gran devoción a Nuestra Señora de los Dolores. Luego de escuchar a la Virgen llamarlo a la vida religiosa, Francisco ingresa al noviciado de la Orden Pasionista, donde recibe el hábito y toma por nombre "Gabriel de la Virgen Dolorosa".

A sus 23 años contrae tuberculosis y parte a la Casa del Padre el 27 de febrero de 1862. San Gabriel dejó tras sí un gran ejemplo de renuncia a las vanidades del mundo y de confianza total en la Santísima Virgen María.

2. Santa Rosa de Lima

Isabel Flores de Oliva nació en Lima (Perú), fue más conocida como Rosa, debido a su belleza, y fue Terciaria en la Orden de Santo Domingo, es decir, una mujer que se vestía con túnica blanca y manto negro, llevando una vida consagrada a Dios, pero en su casa.

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Durante toda su vida buscó imitar a la más famosa terciaria dominica, Santa Catalina de Siena, a quien consideraba su madre espiritual. Se dedicó a la oración, la penitencia y veló por los enfermos.

Santa Rosa falleció a los 31 años de edad a causa de la tuberculosis. Fue canonizada por el Papa Clemente X en 1671 y se convirtió en la primera Santa de América. Es patrona de América y Filipinas, y se la considera patrona de los tuberculosos.

3. Santa Teresita de Lisieux

Teresa era la última de cinco hermanas. Cuando sólo tenía cinco años, su madre murió, y fue educada por sus hermanas y su padre. Ingreso al convento con solo 15 años de edad, llevando una vida sencilla y de santidad, haciendo todo con amor y con una confianza filial en Dios.

La santa se comprometió a esforzarse en practicar la caridad con todos, especialmente con aquellos que no simpatizaba, realizaba pequeñas obras de caridad cada día, y hacía pequeños sacrificios aunque algunos parecieran poco importantes. Estos actos la ayudaban a una profunda comprensión de su vocación.

Murió de tuberculosis a la edad de 24 años y fue proclamada Doctora de la Iglesia por San Juan Pablo II en 1997, al cumplirse el centenario de su muerte. Así, se convirtió en la tercera mujer en recibir este título, después de Santa Catalina de Siena y Santa Teresa de Ávila.

4. Santa Faustina Kowalska

A los 15 años, Faustina empezó a tener inquietudes por la vida religiosa. Sus padres se opusieron a su deseo de consagrar su vida a Dios, lo que la desanimó por un tiempo, hasta que, mientras rezaba, sintió que Jesús le pedía dejarlo todo e ir a Varsovia (Polonia) para ingresar al convento.

Faustina ingresó en la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, y desde 1931, recibió una serie de mensajes de Jesús sobre la devoción a la Divina Misericordia, y que luego escribió en un diario de más de 600 páginas para revelarlos a un mundo necesitado del amor de Dios.

El 5 de octubre de 1938, después de sufrir por la tuberculosis, Faustina fue llamada a la Casa del Padre. En el año 2000, fue canonizada por San Juan Pablo II, quien estableció el segundo domingo de Pascua como el "Domingo de la Misericordia Divina" y el día de su muerte como su Fiesta.

5. San Gerardo Majella

Genaro perdió a su padre cuando tenía 12 años, lo que llevó a su familia a la pobreza y abandono. Trabajó como sastre para apoyar a su familia, pero pronto decidió que su vocación era la consagrada.

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Intentó ingresar a la orden de los capuchinos, pero fue rechazado por su salud. Finalmente, fue aceptado como hermano lego en los Redentoristas sirviendo a su orden como sacristán, jardinero, portero y sastre, el oficio de su padre.

Genaro soportó con mansedumbre y paciencia ejemplar las calumnias de una mujer, y fue reconocido entre los feligreses por sus sólidos valores y recta moral, además de su caridad y generosidad entre los más necesitados.

Falleció en 1755 con solo 29 años a causa de la tuberculosis, y es considerado patrono de las embarazadas.

6. Beato Karl Leisner

Karl Leisner nació en Alemania, desde temprana edad sintió el llamado al sacerdocio e ingresó al seminario en Múnich cuando tenía 19 años. En 1939 fue ordenado diácono, pero enfermó de tuberculosis y tuvo que ser internado en un hospital.

Leisner fue arrestado por la Gestapo, la policía secreta nazi, y fue enviaron al campo de concentración de Dachau, donde las duras condiciones de vida hicieron que empeorara su salud, pero nunca perdió la alegría.

Gracias a la ayuda del Obispo de la diócesis francesa de Clermont-Ferrand, Mons. Gabriel Piguet, y a una joven llamada Josefa Imma Mack, logró ser ordenado sacerdote dentro del campo de concentración.

El P. Leisner celebró su única Misa el 26 de diciembre de 1944 debido a que su salud se agravó. Fue liberado del campo de concentración el 4 de mayo de 1945, pero su enfermedad estaba en la fase final y pasó las últimas semanas de su vida en un hospital en Munich, donde falleció el 12 de agosto de ese mismo año.

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