La hermana Anna Zainchkovska es una de los 3 millones de personas que han tenido que huir de Ucrania desde que comenzó la ocupación rusa el pasado 24 de febrero. Salió de Kiev para poner a salvo a su madre, anciana y operada recientemente, ante la posibilidad de que estallara el conflicto, como finalmente sucedió. Dejó a su madre en Polonia, junto con su hermano y cuando ella quiso regresar a Ucrania la frontera estaba cerrada y no pudo entrar.
En esta situación de desamparo fue acogida por la Congregación de las Siervas de la Santísima Virgen María de la Inmaculada Concepción, en la ciudad de Przemysl, en la frontera de Polonia y Ucrania. Allí, lejos de desanimarse acude diariamente al centro de inscripción de esta ciudad, que es el primer punto después de pisar suelo Polaco. Recoge a sus compatriotas que llegan como refugiados y les da calor, apoyo y refugio.
La religiosa asegura que esta situación de dolor y guerra es incomprensible, pero que ella "espera en el bien" y está convencida de que "se acabará la guerra".
"En estos días pienso cómo el Señor llora con el pueblo ucraniano. No puedo entender por qué sucede esto y por qué el Señor lo permite, pero nos fiamos de Él, que Él no nos deja, Él es el Señor de la Historia y de cada mal él siempre hace el bien. En este tiempo de destrucción de casas, de nuestro país, no dejemos destruir nuestra fe en el Señor porque Él no nos deja", aseguró entre lágrimas.
Además subrayó su oración "por todos los que ya han muerto, para que ellos desde el Cielo nos ayuden y sostengan con la comunión de los santos, de la iglesia, con la iglesia que sufre".
La situación de la hermana Anna es especialmente dolorosa porque, a pesar del desgarro de haber tenido que abandonar su país, debe mantenerse fuerte para poder sostener y acoger a quienes llegan a su casa.