24 de noviembre de 2024 Donar
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El Papa en Miércoles de Ceniza: Oración, ayuno y limosna pueden cambiar la historia

Misa de Miércoles de Ceniza en Roma

El Cardenal Pietro Parolin presidió la Misa este Miércoles de Ceniza con el rito de la bendición e imposición de cenizas que se celebró en la Basílica de Santa Sabina de Roma. 

El día amaneció despejado en la capital italiana y todavía bajo el sol de la tarde, sacerdotes, obispos, cardenales y algunos fieles se trasladaron en procesión desde la Iglesia de San Anselmo hasta la Basílica de Santa Sabina, en la colina Aventino, donde el Cardenal Pietro Parolín presidió la primera estación de la Cuaresma.  

En esta jornada de ayuno y oración por la paz en Ucrania, el Cardenal leyó las palabras del Papa Francisco, que se encuentra en reposo médico por un fuerte dolor en la rodilla, ante una basílica abarrotada, muy diferente a lo que se vivió el año pasado debido al covid.  

La recompensa eterna 

En la homilía de este Miércoles de Ceniza, el Santo Padre diferenció entre dos tipos de recompensas a las que las personas pueden aspirar: la del Padre y la de los hombres.  

"La primera es eterna, es la verdadera y definitiva recompensa, el propósito de la vida. La segunda, en cambio, es transitoria, es un disparate al que tendemos cuando la admiración de los hombres y el éxito mundano son lo más importante para nosotros, la mayor gratificación", señaló.  

En este sentido, el Papa Francisco explicó que el rito de la ceniza "tiene por objeto salvarnos del error de anteponer la recompensa de los hombres a la recompensa del Padre", ya que es un símbolo que "lleva a reflexionar sobre la caducidad de nuestra condición humana". 

Oración, caridad y ayuno

El Papa Francisco señaló que la Cuaresma "es un tiempo que el Señor nos da para volver a la vida, para curarnos interiormente y caminar hacia la Pascua, hacia lo que permanece, hacia la recompensa del Padre. Es un camino de curación" y explicó que no es un cambio que se realiza rápidamente, sino que se hace "para vivir cada día con un espíritu nuevo, con un estilo diferente. Este es el propósito de la oración, la caridad y el ayuno". 

A continuación, el Papa animó a los fieles a realizar una oración "en lo secreto", que siendo verdadera pueda traducirse en caridad, aquello que según el Papa "nos libera de la peor esclavitud, la de nosotros mismos. La caridad cuaresmal, purificada por la ceniza, nos devuelve a lo esencial, a la íntima alegría de dar".

En cuanto al ayuno, el Pontífice explicó que no se trata de una dieta, sino de un sacrificio que "nos recuerda que la vida no debe estar sujeta a la escena pasajera de este mundo".  

"El ayuno no debe limitarse sólo a la comida; en Cuaresma debemos ayunar, sobre todo, de lo que nos hace dependientes; que cada uno reflexione sobre esto, para hacer un ayuno que realmente tenga un impacto en la vida concreta de cada uno", dijo el Papa Francisco. 

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Asimismo, señaló que la oración, la caridad y el ayuno "no son medicamentos sólo para nosotros, sino para todos; de hecho, pueden cambiar la historia". 

Las armas del espíritu

"En primer lugar, porque quien experimenta sus efectos, casi sin darse cuenta, los transmite a los demás; y, sobre todo, porque la oración, la caridad y el ayuno son las principales vías que permiten a Dios intervenir en nuestras vidas y en la vida del mundo", subrayó. 

Por último el Santo Padre aseguró que estas tres cosas que los fieles deben realizar durante la Cuaresma "son las armas del espíritu, y es con ellas que, en esta jornada de oración y ayuno por Ucrania, imploramos a Dios esa paz que los hombres solos no pueden construir". 

"Oh Señor, tú que ves en lo secreto y nos recompensas más allá de todas nuestras expectativas, escucha las oraciones de todos los que confían en ti, especialmente de los más humildes, de los más probados, de los que sufren y huyen bajo el estruendo de las armas. Devuelve la paz a nuestros corazones, da de nuevo tu paz a nuestros días", concluyó el Papa Francisco. 

Tras un breve silencio, el Cardenal Pietro Parolin realizó el rito de bendición de la ceniza que impuso posteriormente a los presentes en la Basílica de Santa Sabina.

 

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