VATICANO,
Los decretos de milagros, martirio y heroicidad de virtudes han puesto en el camino a la santidad a dos excepcionales mujeres españolas: una niña de apenas diez años, María del Pilar Cimadevilla y López-Dóriga, y una religiosa, Sierva de Dios Teresa del Corazón Inmaculado de María que quiso inicialmente ayudar a su madre a fundar una congregación de la que terminó siendo Superiora.
Desde temprana edad se caracterizó por su genio vivo que le ganó el apelativo de “la Brava”. Dócil e inteligente, empezó a destacar al poco tiempo por su piedad.
La Primera Comunión marcó un hito en su vida: “Mi Primera Comunión fue toda para Jesús”, diría ella misma.
A sus nueve años comenzó a vivir su calvario debido al deterioro de su salud. Pilina sufrió inapetencia y cansancio extraordinarios, a lo que se le sumó la aparición de un ganglio en el cuello.
Internada en el Hospital Militar Gómez Ulla y atendida por las religiosas Hijas de la Caridad quienes le proponen formar parte de la Unión de Enfermos Misioneros (UEM, dependiente de las Obras Misionales Pontificias). La niña acogió la propuesta con entusiasmo y sentido de responsabilidad: “Rosario, sufrimiento e inocencia” se combinaron perfectamente en el corazón de Pilina que padecía la enfermedad incurable de Hodgkin.