VATICANO,
El Papa Francisco dedicó su catequesis a San José como padre en la ternura durante la audiencia general de este miércoles 19 de enero.
"Es importante encontrarnos con la Misericordia de Dios, especialmente en el sacramento de la Reconciliación, en la oración personal con Dios, teniendo una experiencia de verdad y ternura. Paradójicamente, incluso el Maligno puede decirnos la verdad, él es mentiroso, pero, se acomoda para decirnos la verdad y conducirnos a la mentira, si el maligno lo hace, es para condenarnos, el Señor nos dice la verdad, para darnos la mano y salvarnos" advirtió el Santo Padre.
A continuación, la catequesis pronunciada por el Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy quisiera profundizar en la figura de San José como padre en la ternura.
En la Carta Apostólica Patris corde (8 de diciembre de 2020) pude reflexionar sobre este aspecto de la ternura, un aspecto de la personalidad de San José. De hecho, incluso si los Evangelios no nos dan particularidades sobre cómo ejerció su paternidad, podemos estar seguros de que su ser hombre "justo" se tradujo también en la educación dada a Jesús. «José vio a Jesús progresar día tras día "en sabiduría, en edad y en gracia ante Dios y los hombres", (Lc 2,52) así dice el Evangelio. Como hizo el Señor con Israel, así él "le enseñó a caminar, y lo tomaba en sus brazos: era para él como el padre que alza a un niño hasta sus mejillas, y se inclina hacia él para darle de comer" (cf. Os 11,3-4)» (Patris corde, 2). Es bonita esta definición de la Biblia que muestra la relación de Dios con el pueblo de Israel, es la misma relación -pensemos- que hubo entre San José y Jesús.
Los Evangelios atestiguan que Jesús usó siempre la palabra "padre" para hablar de Dios y de su amor. Muchas parábolas tienen como protagonista la figura de un padre. [1] Entre las más famosas está seguramente la del Padre misericordioso, contada por el evangelista Lucas (cfr Lc 15,11-32). Precisamente en esta parábola se subraya, además de la experiencia del pecado y del perdón, también la forma en la que el perdón alcanza a la persona que se ha equivocado. El texto dice así: «Estando él todavía lejos de casa, -el hijo pecador que se había alejado- le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente» (v. 20). El hijo se esperaba un castigo, una justicia que al máximo le habría podido dar el lugar de uno de los siervos, pero se encuentra envuelto por el abrazo del padre.
La ternura es algo más grande que la lógica del mundo. Es una forma inesperada de hacer justicia. Por eso no debemos olvidar nunca que Dios no se ha asustado de nuestros pecados, -coloquemos bien esto en la cabeza- Dios no se asusta de nuestros pecados, es más grande que nuestros pecados, es padre, es amor, es tierno- no se ha asustado de nuestros pecados, de nuestros errores, de nuestras caídas, sino que se asusta por el cierre de nuestro corazón, -eso le hace sufrir-, se asusta de nuestra falta de fe en su amor.