VATICANO,
El Papa Juan Pablo II inauguró los días más intensos de la Semana Santa con la Misa Crismal, celebrada a las 9:30 a.m. en la Basílica de San Pedro junto a cardenales, obispos y cientos de sacerdotes diocesanos y religiosos presentes en Roma.
“El ‘hoy’ del Evangelio se renueva, de manera singular, en esta Misa crismal, que representa un verdadero y real preludio al Triduo Pascual”, dijo el Papa; quien explicó que “si la Misa in Cena Domini (del Jueves Santo por la tarde) subraya el misterio de la Eucaristía y la entrega del nuevo mandamiento del amor, ésta que estamos celebrando, llamada Misa del Crisma, subraya el don del sacerdocio ministerial”.
“¿Cómo no regresar –se preguntó el Pontífice- con el pensamiento cargado de emoción, al entusiasmo del primer ‘sí’, pronunciado el día de la ordenación presbiteral?
“‘¡Aquí estoy!’ Hemos respondido a Aquel que nos llamaba a trabajar por su Reino. ‘¡Aquí estoy!’ debemos repetir cada día, concientes de haber sido enviados a servir, de manera especial, a la comunidad de los salvados en la persona de Cristo”, agregó el Santo Padre.
Juan Pablo II subrayó que “es verdaderamente extraordinario el ‘don y misterio’ que hemos recibido. La experiencia cotidiana nos enseña que éste es conservado gracias a una indefectible adhesión a Cristo, alimentada por una constante oración. El pueblo cristiano quiere vernos ante todo como ‘hombres de oración’. Quien se encuentra con nosotros debe poder experimentar en nuestras palabras y nuestro comportamiento el amor fiel y misericordioso de Dios”.
El Papa señaló luego, dirigiéndose a todos los fieles, que este rito, “invita a contemplar a Cristo que ha asumido nuestra fragilidad humana y la ha convertido en instrumento de salvación universal. A su imagen cada creyente, pleno de la unción del Espíritu Santo, es ‘consagrado’ para convertirse en ofrenda agradable a Dios”.