El Papa Francisco tuvo este viernes 3 de diciembre un encuentro de oración con los migrantes en la Iglesia parroquial de la Santa Cruz, en Nicosia (Chipre), en el que llamó a no caer en la "enfermedad" de acostumbrarse a males como la esclavitud y la trata de personas, que tienen como principales víctimas a los migrantes.
A continuación el discurso completo del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas: Es una gran alegría estar aquí con ustedes y concluir mi visita a Chipre con este encuentro de oración. Agradezco a los Patriarcas Pizzaballa y Béchara Raï, así como también a la señora Elisabeth de Cáritas. Saludo con afecto y gratitud a los Representantes de las diversas confesiones cristianas presentes en Chipre.
A ustedes, jóvenes migrantes que han dado sus testimonios, deseo decirles un enorme "gracias" de corazón. Había recibido los testimonios con anticipación, hace aproximadamente un mes, y me habían emocionado mucho, y también hoy me han conmovido. Pero no es sólo emoción, es mucho más, es la conmoción que viene de la belleza de la verdad, como la de Jesús cuando exclamó: «Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado todo esto a los pequeños y lo has ocultado a los sabios y a los astutos» (Mt 11,25). También yo alabo al Padre celestial porque esto sucede hoy, aquí -como también en todo el mundo-, Dios revela su Reino a los pequeños: Reino de amor, de justicia y de paz.
Después de escucharlos a ustedes comprendemos mejor toda la fuerza profética de la Palabra de Dios que, por medio del apóstol Pablo, dice: «Ustedes ya no son extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familia de Dios» (Ef 2,19). Fueron palabras escritas a los cristianos de Éfeso -no lejos de aquí-; muy distantes en el tiempo, pero tan cercanas, que son más actuales que nunca, como si hubieran sido escritas hoy para nosotros: "Ustedes no son forasteros, sino conciudadanos". Esta es la profecía de la Iglesia, una comunidad que encarna -con todos los límites humanos- el sueño de Dios. Porque también Dios sueña, como tú, Mariamie, que vienes de la República Democrática del Congo y te has definido "llena de sueños". Como tú, Dios sueña un mundo de paz, en el que sus hijos viven como hermanos y hermanas.
Su presencia, hermanos y hermanas migrantes, es muy significativa en esta celebración. Sus testimonios son como un "espejo" para nosotros, comunidades cristianas. Cuando tú, Thamara, que vienes de Sri Lanka, dices: "A menudo me preguntan quién soy", nos recuerdas que también a nosotros se nos hace a veces esta pregunta: "¿Quién eres tú?". Y, lamentablemente, con frecuencia lo que se quiere decir es: "¿De qué parte estás? ¿A qué grupo perteneces?". Pero como tú nos has dicho, no somos números ni individuos que haya que catalogar: somos "hermanos", "amigos", "creyentes" y "prójimos" los unos de los otros.