Este 2 de diciembre, en el primer día de su viaje apostólico a Chipre, el Papa Francisco se reunió con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático en el Ceremonial Hall del Palacio Presidencial, donde resaltó la importancia de lograr la paz y la reconciliación en el país.
A continuación, el discurso completo del Papa Francisco:
Señor Presidente de la República, miembros del gobierno y del Cuerpo diplomático, distinguidas Autoridades religiosas y civiles, insignes Representantes de la sociedad y del mundo de la cultura, señoras y señores:
Los saludo cordialmente, manifestándoles mi alegría por estar aquí. Le agradezco, señor presidente, el recibimiento que me ha dado en nombre de toda la población. He venido como peregrino a un país pequeño por su geografía, pero grande por su historia; a una isla que a lo largo de los siglos no ha aislado a la gente, sino que la ha unido; a una tierra cuyo límite es el mar; a un lugar que representa la puerta oriental de Europa y la puerta occidental de Oriente Medio. Son una puerta abierta, un puerto que reúne. Chipre, encrucijada de civilizaciones, lleva en sí la vocación innata al encuentro, favorecida por el carácter acogedor de los chipriotas.
Acabamos de homenajear al primer presidente de esta República, el Arzobispo Makarios, y al realizar este gesto he deseado homenajear a todos los ciudadanos. Su nombre, Makarios, evoca las palabras iniciales del primer discurso de Jesús: las Bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12). ¿Quién es ese makarios, quién es realmente ese bienaventurado según la fe cristiana, a quien esta tierra está ligada indisolublemente? Bienaventurados pueden ser todos, y son ante todo los pobres de espíritu, los que han sido heridos por la vida, aquellos que viven con mansedumbre y misericordia, cuantos practican la justicia y construyen la paz sin hacerse notar. Las Bienaventuranzas, queridos amigos, son la constitución perenne del cristianismo. Vivirlas permite que el Evangelio sea siempre joven y fecunde la sociedad de esperanza. Las Bienaventuranzas son la brújula que orienta, en todas las latitudes, las rutas que los cristianos abordan en el viaje de la vida.
Justamente desde aquí, donde Europa y Oriente se encuentran, comenzó la primera gran inculturación del Evangelio en el continente y para mí es emocionante recorrer los pasos de los grandes misioneros de los orígenes, en particular de los santos Pablo, Bernabé y Marcos. Heme aquí, pues, peregrino entre ustedes para caminar con ustedes, queridos chipriotas; con todos ustedes, con el deseo de que la buena noticia del Evangelio lleve desde aquí a Europa un alegre mensaje en el signo de las Bienaventuranzas.