VATICANO,
Cada 26 de noviembre, la Iglesia celebra a San Leonardo, insigne predicador italiano, que contribuyó enormemente a la propagación del rezo del Vía Crucis (las Estaciones de la Cruz).
Leonardo nació en Puerto Mauricio, Génova (Italia) en 1676. Se educó con los jesuitas en Roma y a los 21 años ingresó a la Orden de los Hermanos Menores franciscanos, en esa misma ciudad.
Con 26 años, una vez ordenado sacerdote, se dedicó con gran éxito a la predicación, mientras iba forjando en su interior una sensibilidad especial que lo llevaría por el camino de la estricta observancia de la regla franciscana. En esa búsqueda espiritual, Leonardo se abocó al silencio y a la contemplación.
Tras contraer tuberculosis, el santo vuelve a su tierra natal y permanece allí entre 1704 y 1709. Este periodo resultó muy duro para su salud, pero logró curarse, según decía, por intercesión de la Virgen María.
Ya repuesto, fue nombrado superior del convento franciscano de Florencia, donde puso en práctica su espíritu reformista, contagiando el deseo de volver sobre la observancia franciscana, principalmente en torno a la obediencia y al espíritu de pobreza.
Él y sus frailes vivían únicamente de lo que recogían por las calles pidiendo limosna de casa en casa. Pronto, su convento se llenó de religiosos de fervor renovado y junto con ellos empezó a predicar grandes misiones por pueblos, campos y ciudades.