Jesús es así. Vino sin dobleces, para proclamar con la vida que su Reino es diferente de los del mundo, que Dios no reina para aumentar su poder y aplastar a los demás, que no reina con los ejércitos y con la fuerza. Su Reino es de amor. Yo soy Rey, pero de este Reino de amor. Yo soy Rey de quien da la propia vida por la salvación de los demás.
Queridos jóvenes, la libertad de Jesús es fascinante. Dejemos que vibre dentro de nosotros, que nos sacuda, que suscite en nosotros la valentía de la verdad. Podemos preguntarnos: si estuviera aquí, ahora, en el lugar de Pilato, delante de Jesús, mirándolo a los ojos, ¿de qué me avergonzaría? Ante la verdad de Jesús, ante la verdad que es Jesús, ¿cuáles son esas falsedades mías que no se sostienen, esas dobleces mías que a Él no le gustan?
Cada uno de nosotros las tiene. Busquémoslas. Todos nosotros tenemos estas dobleces, estas falsedades, este ajustar las cosas para que la cruz se aleje.
Necesitamos ponernos delante de Jesús para reconocer nuestra propia verdad. Necesitamos adorarlo para ser interiormente libres, para iluminar nuestra vida y no dejarnos engañar por las modas del momento, por los fuegos artificiales del consumismo que deslumbra y paraliza. Amigos, no estamos aquí para dejarnos encantar por las sirenas del mundo, sino para tomar las riendas de la propia vida, para "gastar la vida", para vivirla plenamente.
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De este modo, en la libertad de Jesús también encontramos la valentía de ir contracorriente. Esta es una palabra que quisiera subrayar. Ir a contracorriente, tener la valentía de ir contracorriente. No contra alguien, que es la tentación de cada día, como hacen los victimistas y los complotistas, que siempre cargan la culpa sobre los demás; no, contra la corriente malsana de nuestro yo egoísta, cerrado y rígido, para ir tras las huellas de Jesús.
Él nos enseña a ir contra el mal con la única fuerza mansa y humilde del bien. Sin atajos, sin falsedad, sin dobleces. Nuestro mundo, herido por tantos males, no necesita de más pactos ambiguos, de gente que va de aquí para allá como las olas del mar, de quienes están un poco a la derecha y un poco a la izquierda después de haber olfateado lo que les conviene.
Los equilibristas. Un cristiano que va así, parece más un equilibrista que un cristiano. Un equilibrista que siempre busca un camino para no mancharse las manos, para no comprometerse la vida, para no jugarse la vida.
No, queridos jóvenes. Sean libres, auténticos, sean la conciencia crítica de la sociedad. No tengan miedo de criticar. Necesitamos vuestras críticas. Muchos de vosotros estáis criticando la contaminación ambiental. Necesitamos eso.
Tengan pasión por la verdad, para que con sus sueños puedan decir: mi vida no es esclava de las lógicas de este mundo, porque reino con Jesús por la justicia, el amor y la paz. Deseo que cada uno de ustedes pueda sentir la alegría de decir: "También yo soy rey con Jesús". Soy rey, soy un signo viviente del amor de Dios, de su compasión y ternura.
Soy un soñador deslumbrado por la luz del Evangelio y profundizo con esperanza en las visiones nocturnas. Y cuando caigo, encuentro en Jesús la valentía de luchar y de esperar, el coraje de volver a soñar. En cualquier edad de la vida.