VATICANO,
El Papa Francisco presidió este jueves 4 de noviembre en la Basílica de San Pedro del Vaticano una Misa en sufragio por los Cardenales y Obispos fallecidos durante este año.
En su homilía, el Santo Padre invitó "pidamos la gracia de mirar la adversidad con otros ojos. Pidamos la fuerza para saber vivir en el silencio manso y confiado que espera la salvación del Señor, sin quejarnos y sin refunfuñar. Lo que parece un castigo resultará ser una gracia, una nueva demostración del amor de Dios por nosotros. Saber esperar en silencio la salvación del Señor es un arte. Cultivémosla".
A continuación, la homilía pronunciada por el Papa Francisco:
En la primera lectura hemos escuchado esta invitación: "Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor" (Lam 3,26). Esta actitud no es un punto de partida, sino un punto de llegada. De hecho, el autor llega a ella al final de un viaje, un camino accidentado, que le ha hecho madurar. Llega a comprender la belleza de confiar en el Señor, que nunca deja de cumplir sus promesas. Pero la confianza en Dios no nace de un entusiasmo momentáneo, no es una emoción ni siquiera un simple sentimiento. Por el contrario, surge de la experiencia y madura en la paciencia, como le ocurrió a Job, que pasó de un conocimiento de Dios "de oídas" a un conocimiento vivo y experiencial. Y para que esto ocurra, es necesaria una larga transformación interior que, a través del crisol del sufrimiento, lleva a saber esperar en silencio, es decir, con paciencia confiada, con un corazón manso. Esta paciencia no es resignación, porque se alimenta de la espera del Señor, cuya venida es segura y no defrauda.
Queridos hermanos y hermanas, ¡qué importante es aprender el arte de esperar al Señor! Esperándolo dócilmente, con confianza, desterrando fantasmas, fanatismos y clamores; conservando, sobre todo en tiempos de prueba, un silencio lleno de esperanza. Así es como nos preparamos para la última y mayor prueba de la vida, la muerte. Pero antes están las pruebas del momento, está la cruz que tenemos ahora, y para la que pedimos al Señor la gracia de saber esperar allí, justo allí, su salvación venidera.
Cada uno de nosotros necesita madurar en esto. Ante las dificultades y problemas de la vida, es difícil tener paciencia y mantener la calma. La irritación se instala y el desánimo suele aparecer.