Si bien las reliquias no tienen poder en sí mismas, Dios puede continuar obrando milagros en la presencia del cuerpo del santo incluso después de la muerte, enseña la Iglesia. Las reliquias están presentes en, o debajo, de muchos altares católicos.
Debido a su importante lugar en la devoción católica, así como a su presencia en la Misa, las reliquias se convirtieron en blanco de persecución anticatólica en Europa.
"Fue una época muy caótica, en cierto sentido, para los católicos, porque la gente estaba luchando por territorios y países", dijo el Brueckner.
A mediados y finales del siglo XIX, las fronteras políticas, y también las identidades religiosas de las regiones de Europa cambiaron a medida que se formaban los estados-nación modernos de Alemania, Italia, Francia y Bélgica, a la vez que el poder de la nobleza y de la Iglesia disminuía. Luego surgieron los gobiernos laicos.
Muchos nobles y religiosos "tenían miedo de que sus gobiernos o las monarquías bajo las que vivían les confiscaran las reliquias", explicó. En algunas regiones, continuó Brueckner, las autoridades incluso "profanaron las reliquias y en ocasiones metían a alguien en prisión por tener una reliquia en su poder".
"Debido a lo que estaba sucediendo en Europa, este era un momento oportuno para que el Padre enriqueciera su propia colección personal de reliquias de los santos", explicó.
Si bien está prohibido que los católicos vendan o compren reliquias, el P. Mollinger recibió prestado o le obsequiaron reliquias en su país de origen, Bélgica, así como de sus viajes a los Países Bajos, Italia y otros lugares.
"Muchas veces, sus amigos, que también son religiosos, le escribían y le preguntaban si podía llevarse algunas de sus reliquias y mantenerlas a salvo, hasta que sus países o monarquías se estabilizaran, y el padre siempre respondía 'sí'", explicó Brueckne.
"El padre también tenía agentes en toda Europa que buscaban las reliquias, porque en esencia, intentaría rescatarlas de ser destruidas por los gobiernos y monarquías que existían en Europa en ese momento", añadió.
Inicialmente, el P. Mollinger mantuvo la creciente colección de reliquias en su rectoría. Tanto pacientes como fieles católicos visitaban al médico-sacerdote para recibir tratamiento tanto espiritual como físico, y "tenían la oportunidad de venerarles esas reliquias cuando estaban allí".
Muchos peregrinos, dijo Brueckner, "se curaron de su anomalía o discapacidad" después de recibir ayuda física o espiritual en presencia de las reliquias. Como resultado, "el padre se estaba ganando la reputación de sacerdote-médico-sanador", explicó.
Los registros de los periódicos locales de Pittsburgh de la época documentaron los tratamientos del P. Mollinger, así como los miles de personas que viajaron para venerar las reliquias.
El presbítero, sin embargo, "pensó debían pertenecer a una hermosa iglesia para que todos pudieran visitar y venerar las reliquias", y así construyó con sus propios fondos una capilla para albergarlos.
La primera sección de la capilla se completó en la fiesta de San Antonio en 1883 y alberga las miles de reliquias recogidas por el P. Mollinger en ese momento. La segunda sección también se completó en la fiesta de San Antonio, nueve años después, en 1892, y contiene las Estaciones de la Cruz y las reliquias recolectadas después de la finalización de la capilla.