En 2013, a la edad de 13 años, Jahi McMath se sometió a una cirugía de garganta por su apnea del sueño. Posteriormente, desarrolló un sangrado excesivo en el sitio de la cirugía y su condición empeoró. En un momento dado, el corazón de Jahi se detuvo durante 10 minutos. Dos días después, Jahi fue declarada con muerte cerebral.
"En el caso de Jahi, las pautas para un diagnóstico de muerte cerebral se siguieron y documentaron estrictamente. No obstante, Jahi sobrevivió durante más de cuatro años hasta que sucumbió a complicaciones abdominales. Pasó la mayor parte de ese tiempo en el apartamento de su madre con el apoyo de un ventilador y alimentación por sonda. Los videos muestran a Jahi moviéndose y respondiendo apropiadamente a comandos simples. Jahi pasó por los cambios de la pubertad, incluida la menstruación. La resonancia magnética mostró la preservación de grandes partes de su cerebro", dijo el médico.
Finalmente, escribió que Jahi fue declarada con muerte cerebral usando las pautas médicas actuales, "pero no estaba (1) muerta ni (2) con muerte cerebral".
"Muerte cerebral" no significa muerto
El Dr. Eble planteó la pregunta: "¿Cuántos pacientes como Zack y Jahi hay cuyos casos nunca salen a la luz, ya sea porque se detiene el soporte vital o se extraen órganos?".
"A principios de este año, Michael Nair-Collins y Ari R. Joffe escribieron conjuntamente un capítulo en el Handbook of Clinical Neurology en el que examinaron la pregunta: ¿Qué porcentaje de pacientes declarados con muerte cerebral tienen una función persistente del hipotálamo (una parte del cerebro)?", escribió.
Eble comentó que quienes no estén familiarizados con la literatura sobre muerte cerebral "se sorprenderán al saber que aproximadamente la mitad de los pacientes declarados con muerte cerebral tienen una función persistente del hipotálamo".
"Pero estos pacientes aún pueden ser declarados con muerte cerebral porque las pautas de la AAN consideran que la función hipotalámica persistente es irrelevante para un diagnóstico de muerte cerebral", acotó.
Según Eble "esto viola lo que la mayoría de los defensores de los criterios de muerte cerebral de la tradición judeocristiana estipulan como necesario para que una declaración de muerte cerebral sea válida: la pérdida completa de la función cerebral. Porque no puede haber una pérdida completa de la función cerebral si parte del cerebro (el hipotálamo) todavía funciona".
"Y debido a que existe una probabilidad de 50 a 50 de que un paciente declarado con muerte cerebral aún posea una función hipotalámica, de acuerdo con sus criterios, existe una probabilidad de 50 a 50 de que un paciente declarado con muerte cerebral todavía esté vivo. En los Estados Unidos, eso equivale aproximadamente a entre 7.500 y 10.000 pacientes con 'muerte cerebral' a los que se les extraen los órganos en vida cada año", explicó el médico.
Luchando contra la marea creciente de criterios de muerte cerebral
El Dr. Eble precisó que "si a cada paciente que se le declara muerte cerebral se le diera tiempo para que manifestara un posible retorno a alguna función cerebral, en lugar de la extracción rápida de órganos en pocos días, ciertamente habría más pacientes vivos y no muertos".
"Además, el número de pacientes con función cerebral persistente de cualquier tipo podría ser mucho mayor que la mitad, ya que muchas funciones cerebrales no se prueban clínicamente", dijo.
El médico lamentó que nadie haya "propuesto un estándar médico 'más preciso' para los Estados Unidos, "y aunque no hay indicios de que el estándar médico cambie, se está buscando activamente un cambio a nivel de la ley, para hacer que la declaración de muerte cerebral sea más fácil, no más difícil".
"Una revisión propuesta actualmente a la Ley de Determinación Uniforme de Muerte, la ley modelo para la muerte cerebral en los Estados Unidos, busca hacer precisamente eso", señaló.
Eble asegura que "un principio fundamental de la ética médica es el consentimiento informado", lo que significa que se "debe informar al paciente sobre los riesgos, beneficios y alternativas de una intervención médica".
"Aquellos que apoyan la validez teórica de los criterios de muerte cerebral deben, como mínimo, abogar por el consentimiento informado", acotó.
"Para aquellos que sostienen que se debe destruir todo el cerebro para que una declaración de muerte encefálica sea válida, el consentimiento informado requiere revelar a las partes interesadas (como aquellos que deciden si deben ser donantes de órganos en su licencia de conducir) que al menos la mitad de los pacientes declarados muertos utilizando criterios de muerte cerebral todavía están vivos", dijo el médico.
Además, aseguró que se "requiere revelar que existe un riesgo, por pequeño que sea, de estar consciente cuando se declara muerte cerebral (como le sucedió a Zack) y tal vez incluso mientras se extraen órganos".
"Parece poco probable que muchas personas se inscriban para convertirse en donantes de órganos con este conocimiento", añadió.
Al final de su artículo, escribió: "Creo que un mejor enfoque es que todos aquellos que creen en la santidad de la vida, independientemente de si apoyan o se oponen a la validez teórica de los criterios de muerte encefálica, se opongan al uso de criterios de muerte encefálica para obtener órganos para trasplante en la práctica clínica".
"Entonces podremos, como una sola voz, apoyar la investigación médica que busque formas innovadoras y moralmente no conflictivas para reemplazar los órganos defectuosos", concluyó.
Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en National Catholic Register.
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