VATICANO,
Lucia de la Inmaculada, Maria Ripamonti antes de entrar en la vida consagrada, y conocida como Lucia Ripamonti, fue proclamada beata el sábado 23 de octubre en una Misa celebrada por el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Marcello Semeraro, en la catedral de Brescia, Italia.
En su homilía, el Cardenal destacó que para la beata Lucia Ripamonti, la humildad es "la maestra de todas las virtudes". Esa concepción de la humildad quedó reflejada en una anécdota narrada por una de las testigos del proceso de beatificación.
La testigo "narró cómo un día notó que Sor Lucia se movía constantemente para cederle el lado derecho y, caminando, permanecía respetuosamente un paso por detrás. Sorprendida y asombrada por este comportamiento, y suponiendo que tenía algún problema para seguir el paso, le preguntó si quería que caminara más despacio. Sor Lucia, sin embargo, con una gran sonrisa, y con voz suave, le respondió: 'No, no, va bien así. Estoy en mi lugar'".
La nueva beata repetía: "La mejor cosa para un alma es hacer aquello que Dios quiere de ella, de hecho, su edificio espiritual está sostenido por un profundo y sólido fundamento de humildad".
El Cardenal Semeraro explicó que Sor Lucia puso en práctica este punto y, "al ofrecer a la comunidad un servicio verdaderamente eficaz, nuestra beata vivió en el silencio y en la sencillez evangélica desde donde encontraba en todo, también en los reproches y en las correcciones, un medio para humillarse y progresar en la santidad".
Destacó el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos que la Beata Lucia Ripamonti "acogió generosamente la llamada del Señor a la vida consagrada, donde eligió para sí el servir y el permanecer en el último lugar".