En su último día en Eslovaquia, el Papa Francisco presidió la Santa Misa en la explanada del Santuario Nacional de Šaštin, basílica dedicada a Nuestra Señora de los Siete Dolores, patrona del país.
Durante su homilía el Papa Francisco pidió no olvidar que "no se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida", pues Jesús ha venido para llevar "luz donde hay tinieblas, haciéndolas salir al descubierto y obligándolas a rendirse".
Antes de finalizar hizo un llamado a mirar a la Virgen Madre Dolorosa, para así "abrirnos a una fe que se hace compasión, que se hace comunión de vida con el que está herido, el que sufre y el que está obligado a cargar cruces pesadas sobre sus hombros".
A continuación el texto completo de la homilía:
En el templo de Jerusalén, los brazos de María se extienden hacia los del anciano Simeón, que puede acoger a Jesús y reconocerlo como el Mesías enviado para la salvación de Israel. En esta escena contemplamos quién es María: es la Madre que nos da al Hijo Jesús. Por eso la amamos y la veneramos. Y el pueblo eslovaco acude con fe y devoción a este Santuario nacional de Šaštín, porque sabe que es Ella la que nos da a Jesús. En el logo de este Viaje apostólico hay un camino dibujado dentro de un corazón que está coronado por la cruz: María es el camino que nos introduce en el Corazón de Cristo, que ha dado la vida por amor a nosotros.
A la luz del Evangelio que hemos escuchado, podemos mirar a María como modelo de la fe. Y reconocemos tres características de la fe: el camino, la profecía y la compasión.