VATICANO,
Al recibir una edición especial del Premio Internacional “Carlomagno” concedido por la ciudad de Aachen (Alemania) en reconocimiento a su compromiso a favor de la unidad de los pueblos de Europa, el Papa Juan Pablo II renovó su llamado a reconocer las raíces cristianas del Viejo Continente.
El galardón en su versión ordinaria se entrega todos los años desde 1950 por la ciudad alemana de Aachen –conocida en español como Aquisgrán-, y lleva el nombre de Carlomagno por ser el primer Emperador del Sacro Imperio Romano, y cuyos dominios llegaron a cubrir la mayoría de los pueblos que hoy conforman Europa, por lo que es considerado como símbolo de la unidad europea.
El premio le fue concedido al Santo Padre “de forma extraordinaria y única”, en reconocimiento a su compromiso personal y al de la Santa Sede “en favor de la unidad de los Pueblos de Europa sobre la base de los valores radicados en la naturaleza humana y eficazmente promovidos por el Cristianismo”.
El alcalde de la ciudad, Jurgen Linden, y el Presidente del consejo directivo del premio, Walter Evershein, impusieron el premio en su versión especial al Pontífice en una ceremonia solemne celebrada en la Sala Clementina del Palacio Apostólico y acompañada por la intervención del Coro de la Catedral de Aachen.
Al acto asistieron numerosos cardenales y obispos, así como personalidades alemanas y embajadores acreditados ante la Santa Sede.
Tras recibir el premio, el Pontífice dijo: “Consciente que la unidad de Europa significa mucho para la Iglesia Católica, han venido a rendir homenaje al Sucesor de Pedro” con este premio “que, por un buen motivo, toma el nombre del Emperador Carlomagno”.