Continuando con su visita a Eslovaquia este 13 de septiembre, el Papa Francisco sostuvo un encuentro con la comunidad judía, donde expresó que "es bueno seguir, en la verdad y con sinceridad, en el camino fraterno de purificación de la memoria para sanar las heridas pasadas".
"La historia de ustedes es nuestra historia, sus dolores son nuestros dolores", dijo el Santo Padre al hablar sobre la cercanía a esta comunidad y recordando el encuentro en Roma en el año 2017 con los representantes de las comunidades judías y cristianas.
A continuación el texto completo del discurso del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!
Les agradezco sus palabras de bienvenida y los testimonios que nos han dado. Estoy aquí como peregrino para tocar este lugar y ser tocado por él. La plaza donde nos encontramos es muy significativa para su comunidad. Mantiene vivo el recuerdo de un rico pasado: fue durante siglos parte del barrio judío; aquí trabajó el célebre rabino Chatam Sofer. Aquí había una sinagoga, justo al lado de la Catedral de la Coronación. La arquitectura, como se ha dicho, expresaba la convivencia pacífica de las dos comunidades, símbolo inusual y de gran alcance evocativo, admirable signo de unidad en el nombre del Dios de nuestros padres. Aquí yo también siento la necesidad, como muchos de ustedes, de "quitarme las sandalias", porque me encuentro en un lugar bendecido por la fraternidad de los hombres en el nombre del Altísimo.
Pero, posteriormente, el nombre de Dios fue deshonrado. En la locura del odio, durante la segunda guerra mundial, más de cien mil judíos eslovacos fueron asesinados. Y después, cuando se quisieron borrar las huellas de la comunidad, aquí la sinagoga fue demolida. Está escrito: «No invocarás en vano el nombre del Señor» (Ex 20,7). El nombre divino, es decir, su misma realidad personal, se nombra en vano cuando se viola la dignidad única e irrepetible del hombre, creado a su imagen. Aquí el nombre de Dios fue deshonrado, porque la peor blasfemia que se le puede causar es la de usarlo para los propios fines, más que para respetar y amar a los demás. Aquí, ante la historia del pueblo judío, marcada por este agravio trágico e indescriptible, nos avergonzamos de admitirlo: ¡cuántas veces el nombre inefable del Altísimo ha sido usado para realizar acciones que por su falta de humanidad resultan inenarrables! Cuántos opresores han declarado: "Dios está con nosotros", pero eran ellos los que no estaban con Dios.