Primera la libertad, la segunda palabra es creatividad. Ustedes son hijos de una gran tradición. Su experiencia religiosa encuentra un manantial en la predicación y el ministerio de las figuras luminosas de los santos Cirilo y Metodio. Ellos nos enseñan que la evangelización no es nunca una simple repetición del pasado.
La alegría del Evangelio siempre es Cristo, pero las sendas para que esta buena noticia pueda abrirse camino en el tiempo y en la historia son diversas.
Cirilo y Metodio recorrieron juntos esta parte del continente europeo y, ardientes de pasión por el anuncio del Evangelio, llegaron a inventar un nuevo alfabeto para la traducción de la Biblia, de los textos litúrgicos y de la doctrina cristiana. Fue así que se convirtieron en apóstoles de la inculturación de la fe entre ustedes. Fueron inventores de nuevos lenguajes para transmitir el Evangelio, fueron creativos en la traducción del mensaje cristiano, estuvieron tan cerca de la historia de los pueblos que encontraban, que hasta llegaron a hablar su lengua y asimilar su cultura. ¿No necesita esto Eslovaquia también hoy? Les pregunto. ¿No es esta quizá la tarea más urgente de la Iglesia en los pueblos de Europa: encontrar nuevos "alfabetos" para anunciar la fe?
Tenemos de trasfondo una rica tradición cristiana, pero hoy, en la vida de muchas personas, esta permanece como el recuerdo de un pasado que ya no habla ni orienta más las decisiones de la existencia. Ante la pérdida del sentido de Dios y de la alegría de la fe no sirve lamentarse, atrincherarse en un catolicismo defensivo, juzgar y acusar al mundo malo; es necesaria la creatividad del Evangelio. Estemos atentos que, todavía el Evangelio no está cerrado, está vigente, va hacia adelante.
Recordemos lo que hicieron esos hombres que querían llevar a un paralítico ante Jesús y no lograban atravesar la puerta de entrada. Hicieron una abertura en el techo y lo bajaron desde lo alto (cf. Mc 2,1-5). ¡Fueron creativos! Delante las dificultades "hagamos esto". Delante quizá a una generación que no cree busquemos abrir un hueco, seamos creativos. Libertad y creatividad.
¡Qué hermoso cuando sabemos encontrar caminos, modos y lenguajes nuevos para anunciar el Evangelio! Nosotros podemos ayudar con la creatividad humana, que cada uno tiene esta posibilidad, pero el gran creativo es el Espíritu Santo, es Él que nos empuja a ser creativos.
Si con nuestra predicación y con nuestra pastoral no logramos entrar más por la vía ordinaria, intentemos abrir espacios diferentes, experimentemos otros caminos.
Aquí hago un paréntesis. La predicación. Alguno me ha dicho que en la Evangelii Gaudium me detuve demasiado en la homilía. Porque es uno de los problemas de este tiempo. La homilía no es un sacramento como pretendían algunos protestantes, pero es un sacramental, y no es una predicación de cuaresma, es otra cosa, está en el corazón de la Eucaristía, y pensemos en los fieles que tienen que escuchar homilías de 40 minutos, de 50 minutos, sobre argumentos que no entienden, que no los tocan. Por favor, sacerdotes y obispos, piensen bien cómo hablar la homilía, cómo hacerla para que haya un contacto con la gente, y tome inspiración del texto bíblico.
Una homilía, a menudo, no debe ser más allá de diez minutos, porque la gente después de ocho minutos pierde la atención, a menos que sea muy interesante ¿eh? El tiempo debería de ser de diez a quince, no más. Un profesor que tuve de homilética decía que una homilía debería de tener coherencia interna: una idea, una imagen y un sentimiento. Que la gente se vaya con una idea, con una imagen y con algo que le movió el corazón. Así de simple es el anuncio del Evangelio y así predicaba Jesús, que hablaba de los pájaros, del campo, con las cosas concretas que la gente entendía. Discúlpenme que vuelva a esto, pero a mí me preocupa. Me permito una maldad, los aplausos lo comenzaron las religiosas que son las víctimas de nuestras homilías ¿eh?
Cirilo y Metodio lo hicieron y nos dicen esto: el Evangelio no puede crecer si no está radicado en la cultura de un pueblo, es decir, en sus símbolos, en sus preguntas, en sus palabras, en su modo de ser. Los dos hermanos tuvieron muchos obstáculos y persecuciones, ustedes lo saben. Fueron acusados de herejía porque se habían atrevido a traducir la lengua de la fe. Así es la ideología que nace de la tentación de uniformar. Detrás de quien quiere ser uniforme, hay una ideología.
Pero la evangelización es un proceso de inculturación, es semilla fecunda de novedad, es la novedad del Espíritu que renueva todas las cosas.
El agricultor siempre, que es Jesús, luego va a casa y duerme, no se levanta para ver si crece, si germina, no, es Dios que da el crecimiento. No controlen demasiado, en este sentido, la vida, dejen que la vida crezca, como hicieron Cirilo y Metodio. Nosotros sembrar bien y cuidar como padres, eso sí. El agricultor cuida, pero no va allí todos los días para ver cómo crece, si hace esto, mata la planta.
Libertad, creatividad y finalmente, el diálogo. Una Iglesia que forma en la libertad interior y responsable, que sabe ser creativa adentrándose en la historia y en la cultura, es también una Iglesia que sabe dialogar con el mundo, con el que confiesa a Cristo sin que sea "de los nuestros", con el que vive la fatiga de una búsqueda religiosa, también con el que no cree. No es selectiva de un grupito, no, el diálogo es con todos, con los creyentes que llevan adelante la santidad, con los tibios y con los no creyentes. Habla con todos.
Es una Iglesia que, siguiendo el ejemplo de Cirilo y Metodio, reúne y mantiene unido el Oriente y el Occidente, tradiciones y sensibilidades diversas. Una comunidad que, anunciando el Evangelio del amor, hace brotar la comunión, la amistad y el diálogo entre los creyentes, entre las diferentes confesiones cristianas y entre los pueblos.
La unidad, la comunión y el diálogo siempre son frágiles, especialmente cuando en el pasado hay una historia de dolor que ha dejado cicatrices. El recuerdo de las heridas puede hacer caer en el resentimiento, en la desconfianza, incluso en el desprecio, induciendo a levantar barreras ante el que es distinto de nosotros. Pero las heridas pueden ser accesos, aberturas que, imitando las llagas del Señor, dejan pasar la misericordia de Dios, su gracia que cambia la vida y nos transforma en agentes de paz y de reconciliación.
Sé que ustedes tienen un proverbio: «A quien te tire una piedra, tú regálale un pan». Esto nos inspira. ¡Esto es muy evangélico! Es la invitación de Jesús a romper el círculo vicioso y destructivo de la violencia, poniendo la otra mejilla a quien nos golpea, para vencer el mal con el bien (cf. Rm 12,21).
Me impresiona un detalle de la historia del Cardenal Korec. Era un cardenal jesuita, perseguido por el régimen, encarcelado, obligado a trabajar duramente hasta que se enfermó. Cuando vino a Roma para el Jubileo del año 2000, fue a las catacumbas y encendió una vela por sus perseguidores, pidiendo misericordia para ellos. ¡Este es el Evangelio! ¡Este es el Evangelio! Crece en la vida y en la historia por medio del amor humilde, a través del paciente.
Queridos y queridas, agradezco a Dios estar entre ustedes, y les agradezco de corazón a ustedes por todo lo que hacen y por lo que son y por lo que harán inspirándose en esta homilía, que es una semilla que yo estoy sembrando, veamos si crecen las plantas. Les deseo que continúen su camino en la libertad del Evangelio, en la creatividad de la fe y en el diálogo que brota de la misericordia de Dios, que nos ha hecho hermanos y hermanas, y que nos llama a ser artesanos de paz y de concordia. Los bendigo de corazón. Y, por favor, recen por mí. ¡Gracias!
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