VATICANO,
Durante la audiencia general de este miércoles, realizada en la víspera de la Solemnidad de la Anunciación, el Papa Juan Pablo II recordó los actos de consagración de la Iglesia, el mundo y la humanidad al Inmaculado Corazón de María, según el designio de Fátima.
El “fiat” –el sí- de la Virgen en el momento de la Anunciación, dijo el Santo Padre, “prepara el del Verbo encarnado”, y a ellos debe unirse, dijo, “nuestro propio ‘sí’ ante los misteriosos designios de la Providencia. Sólo de la plena adhesión a la voluntad divina derivan aquella alegría y aquella paz verdadera que todos deseamos ardientemente también en estos tiempos”.
El Sumo Pontífice recordó que el 8 de diciembre de 1978, en la basílica de Santa María la Mayor, confió la Iglesia y el mundo a la Virgen; y el 4 de junio de 1979, renovó esta consagración en el Santuario de Jasna Gora. “Pienso en particular -dijo- en el 25 de marzo de 1984, Año Santo de la Redención. Han transcurrido veinte años desde aquel día, cuando en la Plaza de San Pedro, unido espiritualmente a todos los obispos del mundo precedentemente convocados, quise confiar la humanidad al Corazón Inmaculado de María, respondiendo a lo que Nuestra Señora había pedido en Fátima”.
Tras poner de relieve que “la humanidad vivía entonces momentos difíciles, de gran preocupación e incertidumbre”, añadió: “Veinte años después, el mundo sigue estando marcado por el odio, la violencia, el terrorismo y la guerra. Entre las numerosas víctimas que son noticia cada día, hay tantas personas inermes, agredidas mientras realizan su deber”.
“En la Jornada dedicada hoy a la conmemoración y a la oración por los ‘misioneros mártires’ –siguió el Papa-, pensamos en los sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos fallecidos en tierras de misión en 2003. Se sigue derramando tanta sangre en muchas regiones del planeta. Sigue siendo urgente que los seres humanos abran los corazones a un esfuerzo valiente de comprensión recíproca”.
Juan Pablo II continuó: “Cada vez se hace mayor la esperanza en la justicia y en la paz en la tierra. ¿Cómo responder a esta sed de esperanza y de amor sino recurriendo a Cristo por medio de María?”.