Los días 10 y 11 de agosto el Papa Francisco nombró a las científicas inventoras del editor genético CRISPR, Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier, como miembros de la Pontificia Academia de las Ciencias.
Para pertenecer a esta academia pontificia no es necesario ser católico ni tener alguna confesión religiosa. Eso es así porque esta institución se concibe como un foro en el que puede haber diálogo entre ciencia y fe.
El descubrimiento del editor genético, que le valió a Doudna y Charpentier el Premio Nobel de Química en 2020, suscitó algunas preguntas respecto a la bioética.
CRISPR es la tecnología más simple que existe actualmente y que permite, a través de la enzima Cas9, "cortar" y "pegar" secuencias genéticas para evitar algunas enfermedades como el cáncer y la anemia; pero que también podrían usarse para mejorar algunas capacidades como la vista y la inteligencia.
Hace un tiempo, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, fue protagonista de algunos titulares cuando habló de la posibilidad de usar esta tecnología para crear soldados que "puedan pelear sin miedo, compasión, arrepentimiento ni dolor".
Asimismo, diversos especialistas en todo el mundo expresaron su preocupación luego que el científico chino He Jiankui anunció el nacimiento de bebés que fueron modificados con el editor CRISPR cuando eran embriones.