Ante este sufrimiento, decidió visitar por última vez Cova da Iria, lugar de las apariciones de la Virgen María en 1917. En ese lugar tuvo otra visión de Nuestra Señora que luego describió en su diario. "Tan solícito, descendiste una vez más a la tierra, y fue entonces cuando sentí Tu mano amable y maternal tocarme en el hombro; miré hacia arriba y te vi, eras Tú, la Santísima Madre dándome tu mano y mostrándome el camino; tus labios se abrieron y el dulce timbre de tu voz devolvió luz y paz a mi alma: 'Aquí estoy por séptima vez, ve, sigue el camino por donde el Señor Obispo te quiere llevar, esta es la voluntad de Dios'. Entonces repetí mi 'sí', ahora mucho más consciente que el 13 de mayo de 1917, y mientras volvías a elevarte al Cielo, como en un relámpago, toda la serie de maravillas que en ese mismo lugar pasaron por mi mente, hace apenas cuatro años, allí había podido contemplar ".
"Seguramente, desde el Cielo, tu mirada materna siguió mis pasos y, en el inmenso espejo de la Luz que es Dios, viste la lucha de aquel a quien prometiste protección especial: 'No te dejaré jamás. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te llevará a Dios ", escribió Lúcia.
Al día siguiente Lucía fue a Porto y el 17 de junio fue admitida a la custodia de las monjas de Santa Dorotea y adoptó el nombre de Maria das Dores. Posteriormente, en 1925, Lucía se incorporó a la Congregación de Santa Dorotea, en España, donde tuvieron lugar las apariciones de Tuy y Pontevedra, las apariciones de la Santísima Trinidad, Nuestra Señora y el Niño Jesús.
Deseando una vida de mayor recogimiento para responder al mensaje que Nuestra Señora le había confiado, ingresó al Carmelo de Coimbra en 1948, donde se entregó más profundamente a la oración y al sacrificio y tomó el nombre de Sor María Lucía de Jesús y el Corazón Inmaculado.
Fue en este Carmelo donde murió Sor Lucía el 13 de febrero de 2005. Desde el 19 de febrero de 2006 sus restos mortales se encuentran enterrados en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, en el Santuario de Fátima.
Recordando el centenario de la séptima aparición de Nuestra Señora a Lucía, el Santuario de Fátima afirmó que esta aparición asume "un carácter más místico y configura el camino de santidad de la vidente de Fátima, que desde entonces siempre vivió lejos de Cova da Iria". Además, declaró que los relatos de la vidente revelan dos aspectos que marcarían su vida: "La obediencia al obispo de Leiria, y en consecuencia a la Iglesia, y la solicitud ante la Madre, cumpliendo esta petición de María, en las Bodas de Caná: 'Haced lo que Él os diga'".