16 de diciembre de 2024 Donar
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Hoy muestran la mentira como verdad para lograr objetivos políticos, dice arzobispo

Mons. Sergio Gualberti. Crédito: Iglesia Nueva, prensa de la Iglesia Católica en Bolivia.

El Arzobispo de Santa Cruz (Bolivia), Mons. Sergio Gualberti, dijo que en la sociedad actual "la verdad ya no es un un valor" y las mentiras se presentan como verdaderas para "engañar o manipular a la opinión pública para alcanzar determinados objetivos políticos, económicos".

Durante la Misa celebrada ayer 6 de junio en la Catedral Metropolitana, el Prelado afirmó que el pecado original cometido por Adán y Eva viene de la soberbia, causa de todos los pecados, y "nos priva de la justicia y santidad que Dios había predispuesto en su plan original".

Explicó que luego de pecar, Adán y Eva, "que en su soberbia tenían el sueño de ser autosuficientes y dueños de sus vidas, se reconocen desnudos ante Dios, tocando con mano sus limitaciones y debilidades ante las fuerzas del mal y de la muerte"-

Esta escena bíblica nos enseña que no podemos culpar a Dios por "la presencia del mal en el mundo, sino a nosotros mismos porque, en nuestro orgullo y soberbia, hoy como ayer, tenemos la tentación de 'ser como dios', rechazando libremente el plan de amor y de vida del Padre y abusando de la libertad que Dios nos ha dado", señaló el Prelado.

Mons. Gualberti explicó que este pecado está arraigado en nuestro ser e historia como humanidad y "no solo nos ha contaminado a nosotros, sino también a toda la creación, ha roto la armonía, el equilibrio y las relaciones entre todos los seres vivientes".

Dijo que esto se evidencia "en estos tiempos de cambios climáticos y de pandemia del COVID", causados "por una creciente contaminación del aire, del agua y de la tierra" y explotación indiscriminada de recursos, que "ponen en serio peligro la supervivencia de la humanidad entera".

Sin embargo, afirmó que "la última palabra la tiene Dios. Él, en su gran misericordia, nos ama a todos nosotros que hemos sido creados a su imagen y semejanza, no cierra del todo las puertas de la vida".  Explicó que tras condenar al demonio, Dios nos prometió que de la Virgen María nacería Jesucristo, el "que vencerá y aplastará al espíritu del mal".

Al respecto, el Prelado recordó que Cristo dijo en su primera predicación pública que "el Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en el Evangelio" y, con ello, cumplió la promesa de "la llegada de los días de la salvación para toda la humanidad".

"En Jesús se hace presente y actúa el poder de Dios sobre el imperio del demonio, manifestado con su potestad de perdonar los pecados, liberar de los espíritus malignos y sanar los males físicos, morales y espirituales", señaló.

También recordó que las autoridades religiosas y judías fueron hostiles con Jesús, al extremo "de formular una acusación temeraria y absurda: 'Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del príncipe de los demonios'".

Como ellos no podían "negar la evidencia de los hechos" milagrosos, "en su ánimo perverso y su cobardía, no atacan de frente a Jesús, sino que lo denigran ante la gente y los discípulos, para que se desencanten con el maestro y dejen de buscarlo y seguirlo", agregó.

"Este rechazo radical a Jesús no es un hecho circunstancial, es parte de una maquinación consciente de esos poderosos que desde tiempo buscan su muerte", dijo. Frente a ello, Jesús evidenció la falsedad y denunció "la gravedad del sacrilegio" al decir: "'El que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre'".

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El Prelado explicó que "la blasfemia en contra del Espíritu Santo consiste en sustituir a Dios, el sumo Bien con Satanás, el príncipe del mal", que es "la mentira suprema, la tergiversación consciente de la verdad, la negación de la presencia y de la obra de Dios en el mundo, y el rechazo voluntario de la gracia, del perdón y de la salvación", que vuelca "en contra de Él los gestos y signos de su misericordia y amor".

Este pecado contra el Espíritu Santo es "la opción sistemática y libre de pervertir la fe, de llamar tiniebla a la luz, mentira a la verdad, mal al bien y muerte a la vida. La obstinación en esta actitud blasfema, excluye por sí misma y por siempre del perdón de Dios", agregó.

Mons. Gualberti observó que "detrás de esta culpa, está el pecado original, la sed de poder que hace a las personas víctimas del engaño del maligno que rebota de falsedad en falsedad hasta robarles la libertad del corazón".

Señaló que esta tendencia es más frecuente hoy, pues en la sociedad actual "la verdad ya no es un valor" y a "las mentiras e informaciones basadas en datos inexistentes o distorsionados, se las presenta de tal manera que las hacen aparecer como verdaderas".

El Prelado advirtió que "esta tergiversación de los hechos tiene como finalidad engañar o manipular a la opinión pública, para alcanzar determinados objetivos políticos, económicos u otros"; y animó a hacerle frente "con valentía, dejándonos purificar por la verdad".

El Arzobispo de Santa Cruz dijo que "para que nuestras palabras y nuestros gestos sean verdaderos, auténticos y dignos de confianza, debemos liberarnos de toda falsedad y buscar relaciones personales transparentes y respetuosas, que lleven a una reflexión y análisis objetivos de los problemas, favorezcan la comunión, promuevan el bien y rechacen lo que tiende a aislar, dividir y contraponer".

Finalmente, recordó que "nunca debemos cansarnos de buscar la verdad, porque siempre está al acecho la falsedad". Explicó que "la verdad no es solamente el sacar a la luz cosas oscuras u ocultas, sino que tiene que ver con la vida entera, es la piedra sólida sobre la que podemos apoyarnos para no caer y el punto firme sobre el que podemos contar siempre".

"La Verdad es una persona, es Jesús: 'Yo soy la verdad', la única fiable y digna de confianza, la sola que nos libera de toda cadena y falsedad: 'La verdad los hará libres'. Amén", concluyó.

 

 

 

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