Los comunistas también afirman en las relaciones sociales "el principio de la absoluta igualdad, rechazando toda autoridad jerárquica establecida por Dios, incluso la de los padres; porque, según ellos, todo lo que los hombres llaman autoridad y subordinación deriva exclusivamente de la colectividad como de su fuente", indicó.
En ese sentido, "los individuos no tienen derecho alguno de propiedad sobre los bienes naturales y sobre los medios de producción. Toda especie de propiedad privada debe ser destruida radicalmente".
"Al negar a la vida humana todo carácter sagrado y espiritual, esta doctrina convierte naturalmente el matrimonio y la familia en una institución meramente civil y convencional, nacida de un determinado sistema económico, niega la existencia de un vínculo matrimonial de naturaleza jurídico-moral que esté por encima de la voluntad de los individuos y de la colectividad y, consiguientemente, niega también su perpetua indisolubilidad".
Los comunistas, prosigue el texto, también niegan "a los padres el derecho a la educación de los hijos, porque este derecho es considerado como un derecho exclusivo de la comunidad, y solo en su nombre y por mandato suyo lo pueden ejercer los padres".
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"En la sociedad comunista, tanto la moral como el orden jurídico serían una simple emanación exclusiva del sistema económico contemporáneo, es decir, de origen terreno, mudable y caduco".
Con el comunismo, "se pretende introducir una nueva época y una nueva civilización, fruto exclusivo de una evolución ciega: 'una humanidad sin Dios'. ¡He aquí el pretendido evangelio nuevo que el comunismo ateo anuncia a la humanidad como mensaje de salud y redención!".
"Un sistema lleno de errores y sofismas, contrario a la razón y a la revelación divina; un sistema subversivo del orden social, porque destruye las bases fundamentales de este; un sistema que niega los derechos, la dignidad y la libertad de la persona humana".
En su carta, Mons. Escudero recuerda que han sido varios papas los que han condenado el comunismo, como San Juan XXIII, que en su encíclica Mater et Magistra, escribió que "la doctrina comunista y cristiana se hallan en violenta contradicción. Tanto el comunismo como el socialismo se dirigen a la consecución del bienestar de la vida presente, cercenando la libertad humana con el descuido de lo que es el verdadero social.
San Pablo VI escribió en la encíclica Ecclesiam suam que se debe "reprobar los sistemas ideológicos que niegan a Dios y oprimen a la Iglesia. Estos principios están conectados a veces con la formación económica, social y política de los gobiernos, como sucede con el comunismo".
El Papa San Juan Pablo II, en la carta encíclica Centesimus Annus, escribió en 1991 que "por muchos años la mitad del continente (Europa) cae bajo el dominio de la dictadura comunista, muchos pueblos pierden el poder de autogobernarse, encerrados en los confines opresores de un imperio, mientras se trata de destruir su memoria histórica. Como consecuencia de esta violencia masas de hombres son obligados a abandonar su tierra".