VATICANO,
El Papa Francisco presidió la Misa en el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro del Vaticano este 16 de mayo, séptimo Domingo de Pascua y solemnidad de la Ascensión del Señor, para rezar junto algunos de los fieles de Myanmar que viven en Italia.
"La oración nos abre a la confianza en Dios incluso en los momentos difíciles, nos ayuda a esperar contra todas las evidencias, nos sostiene en la batalla cotidiana. No es una fuga, un modo de escapar de los problemas. Al contrario, es la única arma que tenemos para cuidar el amor y la esperanza en medio de tantas armas que siembran muerte", destacó el Santo Padre.
A continuación, la homilía pronunciada por el Papa Francisco:
En las últimas horas de su vida, Jesús reza. En el momento doloroso de la despedida de sus discípulos y de este mundo, Jesús reza por sus amigos. Mientras en su corazón y en su carne está cargando con todo el pecado del mundo, Jesús continúa amándonos y reza por nosotros. Teniendo como modelo la oración de Jesús, aprendamos también nosotros a atravesar los momentos dramáticos y dolorosos de la vida. Detengámonos en particular en el verbo con el que Jesús ruega al Padre: cuidar.
Queridos hermanos y hermanas, mientras Myanmar, su amado país, está marcado por la violencia, el conflicto y la represión, nos preguntamos: ¿Qué debemos cuidar?
En primer lugar, cuidar la fe. Debemos custodiar la fe para no sucumbir al dolor ni dejarnos caer en la resignación de quien ya no ve una salida. Antes que las palabras, de hecho, el Evangelio nos presenta una actitud de Jesús. El Evangelista dice que rezaba levantando «los ojos al cielo» (Jn 17,1). Son las horas finales de su vida, siente el peso de la angustia por la pasión que se acerca, advierte la oscuridad de la noche que está por caer sobre Él, se siente traicionado y abandonado; pero justo en ese momento, en ese preciso instante, Jesús levanta los ojos al cielo. Levanta la mirada hacia Dios. No baja la cabeza ante el mal, no se deja aplastar por el dolor ni se aísla en la amargura de quien está derrotado y decepcionado, sino que mira hacia lo alto. Lo había recomendado también a los suyos: cuando Jerusalén esté rodeada por ejércitos y los pueblos huyan angustiados, y haya miedo y devastación, precisamente entonces «tengan ánimo y levanten la cabeza, porque se acerca su liberación» (Lc 21,28).