Frente a una realidad llena de enfermedades y males que azotan el mundo, algunos podrían creer que Dios es ajeno al dolor de sus hijos o incluso que los causa; cuando en realidad, el sufrimiento es un misterio que Dios a través de su Hijo eligió llevar por amor a la humanidad.
Regis Martin, profesor de teología asociado a Veritas Center for Ethics in Public Life de la Universidad Franciscana de Steubenville, Ohio, Estados Unidos, explicó al National Catholic Register que "el sufrimiento no es solo un problema que hay que resolver", sino "un misterio que hay que soportar en unión con Dios Encarnado, que 'sufrió la muerte, fue sepultado y resucitó al tercer día'.
Martin dijo que algunos pueden llegar a cuestionarse: "¿Por qué los malvados parecen siempre prosperar, mientras que los inocentes sufren al ver que todos sus esfuerzos llevan al dolor?".
Para el teólogo, esta pregunta "es al menos tan antigua como el Libro de Job, que enmarcó el problema de tal forma que colocó a Dios mismo en el banquillo de los acusados. ¿Quién, a los ojos de un mundo incrédulo, no puede abstenerse de la acusación?".
Para el autor, el argumento de las personas incrédulas suele iniciar cuestionando la bondad y el poder del Señor: Se piensa que "si Dios fuera todo bueno, entonces obviamente desearía librar al mundo del mal, y si sus poderes fueran iguales a su bondad, entonces seguramente a estas alturas, ya lo habría hecho", dijo.
Sin embargo, "el mundo que Dios hizo sigue siendo un lugar perdido e injusto, envuelto por las llamas de la malicia y el engaño".