17 de diciembre de 2024 Donar
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Religiosa misionera se reencuentra con Dios sirviendo a los refugiados en Grecia

Sor Victoria Kovalchuk con una niña refugiada en Atenas, Crecia, en abril de 2021. Crédito: Alexey Gotovsky / CNA.

Sor Victoria Kovalchuk, es una religiosa misionera de 38 años procedente de Crimea, que se reencontró con Dios tras ser enviada a servir a las familias refugiadas en Grecia.

En declaraciones a EWTN News, la religiosa confesó que quería ser misionera en Brasil, pero Dios la llevó a servir a los refugiados en Grecia. "Mi sueño era Brasil", pero "creo que ahora no será un gran problema si no voy allí, porque realmente me enamoré de Grecia", dijo.

Sor Victoria nació en la década de 1980 y fue bautizada en la Iglesia Ortodoxa Rusa. Si bien su familia no practicaba la fe, Dios siempre estaba presente en su vida. Por ejemplo, de niña tomó prestada la Biblia para niños de una biblioteca, y como no quería devolverla, copió algunas historias en su cuaderno. Al final, confesó que nunca devolvió la Biblia.

Tras la caída de la Unión Soviética, las Biblias volvieron a aparecer en los estantes de las tiendas y su abuela compró una. "Recuerdo que me impresionó tanto este libro que solía llevarlo a la cocina para abrir la primera página y empezar a leer", dijo.

Al inicio "no pude entender nada, así que cerré el libro y me dije: 'Algún día lo leeré' Gracias a Dios, lo he leído y sigo leyéndolo. A través de esta experiencia puedo ver que Dios estaba de alguna manera cerca y ya estaba actuando en mi vida", agregó.

Conoció la Iglesia Católica gracias a su amor por la lengua y la cultura de Francia. "Solo quería ver cómo rezaban los franceses y qué era la Misa", dijo, y recordó que tras leer uno de los libros de Alexandre Dumas quiso saber qué era el himno "Te Deum".

Relató que invitada por chicas polacas de su universidad, asistió por primera vez a Misa en 2001, y sintió que quería quedarse para siempre; pero como fue bautizada como ortodoxa, al inicio tuvo dudas sobre si era correcto unirse a la Iglesia Católica. Pronto se dio cuenta que al convertirse, profundizaría en la presencia de Dios en su vida a través de los sacramentos.

Se convirtió con solo 18 años, y tras terminar la universidad ingresó a la vida religiosa. Antes de que su superiora le pidiera que viajara a Grecia, ella estaba sirviendo en Ucrania.

Al servicio de los refugiados en Grecia

Sor Victoria sirve a los refugiados y migrantes asentados en Atenas, junto a otros miembros de su comunidad, y de empleados y voluntarios del Jesuit Refugee Service (JRS). "Este es el mejor lugar para este tiempo que Dios me dio. Este es el lugar donde Él me habla a través del país y de la gente con la que trabajo todos los días", afirmó.

Durante la crisis de refugiados de 2015 y 2016, Grecia recibió a más de un millón de personas. Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), a fines de 2019 Grecia albergaba a más de 186 mil refugiados y solicitantes de asilo, incluidos más de cinco mil menores de edad. La mayoría están en las islas orientales del país, frente a la costa de Turquía.

En 2020 llegaron más de 15 mil sobre todo de Afganistán, Siria, Irán y El Congo. Ese año los incendios en los refugios de las islas griegas de Lesbos y Samos obligaron a miles a huir y vivir durante días y semanas en la Plaza Victoria, llamada "Afghani Park" por los refugiados afganos que viven allí. Es un espacio de encuentro para mujeres y niños, precisó.

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Dijo que junto a los voluntarios iban a diario a la Plaza Victoria para jugar con los niños. Además, les decían a las mujeres que en el centro que dirigen hay duchas, una lavandería, ropa de segunda gratuita y un trabajador social que da orientación y otros recursos.

Ella trabaja con los afganos, que son sobre todo musulmanes, pero también hay "cristianos y católicos de Camerún". Subrayó que no los llama refugiados o migrantes, pues "son mis amigos" y son "el pueblo de Dios, de mi Dios que los creó, que los amó".

Siempre les dice que su amor viene de Jesús, pues "es Él quien me trajo aquí, quien puso este amor dentro de mí y [me permite] dejar a mi familia y mi país". Sabe que no tiene el poder para cambiar su situación física y política en Grecia, "pero lo que puedo hacer es amar".

"Les digo: vine aquí para estar contigo en tu situación. Cuando llores, estaré contigo. Cuando te rías, estaré contigo. Puedo mostrarte un poco del amor que tengo", señaló.

Niños refugiados y muñecas de trapo

Actualmente, las religiosas y voluntarios dan lecciones de idioma en griego, francés e inglés, que durante la pandemia de COVID-19 se realizaron por videollamadas. Además, ofrecen clases y actividades para los niños, pues muchos no van a la escuela y tienen tiempo libre.

Sor Victoria confecciona "motanka", muñecas de trapo de la tradición ucraniana que luego regala a los niños para que puedan jugar. Las confecciona con ropa donada que está en muy malas condiciones como para ser usadas. A la fecha, ha hecho cerca de 500 muñecas.

"Nuestros niños refugiados no tienen juguetes ni nada con qué jugar. Este es en realidad el mejor lugar para mis muñecas", dijo y relató que a los niños les gusta sentarse con ella y verla hacer las muñecas, o incluso aprender a hacerlas junto a ella.

"Eligen diferente color de vestido, de cabello. Y creo que esto también es muy importante y un poco, como, terapéutico", pues ellos no tienen la oportunidad de tomar decisiones en su día a día, ni siquiera sobre cosas pequeñas como lo que quieren usar. "Entonces, les da mucha alegría el solo poder elegir su propio estilo", precisó.

A la religiosa le llena el ver "las sonrisas, la felicidad de estos niños que en realidad no tienen nada, que a veces tienen hambre" y no pueden pedirle algo a sus madres, "pero están contentos con las cosas simples", dijo.

A pesar de las diferencias de idioma, cultura y religión, sor Victoria dijo que se siente respetada y apreciada por quienes ayuda. Le expresan su gratitud invitándole pan horneado o té; y los niños, espontáneamente le llevan agua cuando hace calor o comparten sus galletas con ella, y si se sienta en el suelo, le traen una bolsa de papel para no ensuciarse.

"Esto es muy conmovedor y me ayuda a ver cómo Dios me cuida también a través de ellos, aunque sean de diferentes nacionalidades y diferentes religiones", dijo y afirmó que la mejor recompensa son los "signos de amor" que recibe como los besos y abrazos de los niños.

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"Mi viaje aquí comenzó quizás ante todo por mi necesidad personal de encontrar y redescubrir a Dios nuevamente en mi vida y en mi vocación, y esas personas me ayudaron a lograrlo aquí. Así que es mutuo: trato de ayudarlos de la manera que puedo, simplemente estando con ellos, y luego, ellos me ayudan mucho", concluyó.

Traducido y adaptado por Cynthia Pérez. Publicado originalmente en CNA.

 

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