13 de diciembre de 2024 Donar
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Conozca a los extraordinarios santos y beatos que padecieron tuberculosis

Santa Faustina Kowalska, Santa Rosa de Lima, Santa Teresita de Lisieux y San Gabriel de la Dolorosa.

El 24 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Tuberculosis con la finalidad de reflexionar sobre las necesidades sanitarias, sociales y económicas que hacen falta para contrarrestar esta enfermedad.

De acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el lema para esta ocasión es “¡Sí! ¡Podemos poner fin a la TB!”. Un mensaje de esperanza, que según la entidad, busca motivar el cambio en la tendencia de esta epidemia.

Por otro lado, el Papa Francisco también ha hecho constantes llamados a renovar el impulso para brindar mayor solidaridad y cuidado a quienes sufren este mal. Así lo hizo en la audiencia general del 24 de marzo de 2021, en la que rezó especialmente por estas personas y sus familiares.

“Que esta ocasión pueda favorecer un impulso renovado en el cuidado de tal enfermedad y una mayor solidaridad con quienes lo sufren. Sobre ellos y sus familiares invoco el consuelo del Señor”, señaló el Santo Padre.

A continuación, conozca el testimonio de varios santos y beatos que padecieron tuberculosis y que son ejemplo de fortaleza en la adversidad.

1. San Gabriel de la Dolorosa

Francesco Possenti fue el undécimo de trece hermanos, quedó huérfano de madre a los cuatro años y tuvo que ser criado por su padre y hermanos mayores.

A pesar de ser un joven un poco frívolo y vanidoso, cumplía fielmente con ir a Misa y tenía una gran devoción a Nuestra Señora de los Dolores. Luego de escuchar a la Virgen llamarlo a la vida religiosa, Francisco ingresa al noviciado de la Orden Pasionista, donde recibe el hábito y toma por nombre “Gabriel de la Virgen Dolorosa”.

A sus 23 años contrae tuberculosis y parte a la Casa del Padre el 27 de febrero de 1862. San Gabriel dejó tras sí un gran ejemplo de renuncia a las vanidades del mundo y de confianza total en la Santísima Virgen María.

2. Santa Rosa de Lima

Isabel Flores de Oliva nació en Lima (Perú), fue más conocida como Rosa, debido a su belleza, y fue Terciaria en la Orden de Santo Domingo, es decir, una mujer que se vestía con túnica blanca y manto negro, llevando una vida consagrada a Dios, pero en su casa.

Durante toda su vida buscó imitar a la más famosa terciaria dominica Santa Catalina de Siena, a quien consideraba su madre espiritual. Se dedicó a la oración, la penitencia y veló por los enfermos.

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Santa Rosa falleció a los 31 años de edad a causa de la tuberculosis. Fue canonizada por el Papa Clemente X en 1671 y se convirtió en la primera santa de América. Es patrona de América y Filipinas, y se la considera patrona de los tuberculosos.

3. Santa Teresita de Lisieux

Teresa era la última de cinco hermanas. Su madre murió cuando tenía cinco años, siendo educada por sus hermanas y su padre. Ingresó al convento a los 15 años de edad, llevando una vida sencilla y de santidad, haciendo todo con amor y con una confianza filial en Dios.

La santa se comprometió a esforzarse en practicar la caridad con todos, especialmente con aquellos que no simpatizaba. Realizaba pequeñas obras de caridad cada día y hacía pequeños sacrificios, aunque algunos parecieran poco importantes. Estos actos la ayudaban a una profunda comprensión de su vocación.

Murió de tuberculosis a la edad de 24 años y fue proclamada Doctora de la Iglesia por San Juan Pablo II en 1997, al cumplirse el centenario de su muerte. Así, se convirtió en la tercera mujer en recibir este título, después de Santa Catalina de Siena y Santa Teresa de Ávila.

4. Santa Faustina Kowalska

A los 15 años, Faustina empezó a tener inquietudes por la vida religiosa. Sus padres se opusieron a su deseo de consagrar su vida a Dios, lo que la desanimó por un tiempo, hasta que, mientras rezaba, sintió que Jesús le pedía dejarlo todo e ir a Varsovia (Polonia) para ingresar al convento.

Faustina ingresó en la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, y desde 1931, recibió una serie de mensajes de Jesús sobre la devoción a la Divina Misericordia, los que luego escribió en un diario de más de 600 páginas para revelarlos a un mundo necesitado del amor de Dios.

El 5 de octubre de 1938, después de sufrir por la tuberculosis, Faustina fue llamada a la Casa del Padre. En el año 2000 fue canonizada por San Juan Pablo II, quien estableció el segundo domingo de Pascua como el “Domingo de la Misericordia Divina” y el día de su muerte como su Fiesta.

5. San Gerardo Majella

Gerardo perdió a su padre cuando tenía 12 años, lo que llevó a su familia a la pobreza y abandono. Trabajó como sastre para apoyar en su hogar, aunque pronto decidió que su vocación era la vida consagrada.

Intentó ingresar a la orden de los capuchinos, pero fue rechazado a causa de su estado de salud. Finalmente, fue aceptado como hermano lego en los Redentoristas, donde sirvió como sacristán, jardinero, portero y sastre, el oficio de su padre.

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Gerardo soportó con mansedumbre y paciencia ejemplar las calumnias de una mujer, y fue reconocido entre los feligreses por sus sólidos valores y recta moral, además de su caridad y generosidad entre los más necesitados.

Falleció en 1755 a los 29 años debido a la tuberculosis y es considerado patrono de las embarazadas.

6. Beato Karl Leisner

Karl Leisner nació en Alemania, desde temprana edad sintió el llamado al sacerdocio e ingresó al seminario en Múnich cuando tenía 19 años. En 1939 fue ordenado diácono, pero enfermó de tuberculosis y tuvo que ser internado en un hospital.

Leisner fue arrestado por la Gestapo, la policía secreta nazi, y fue enviado al campo de concentración de Dachau, donde las duras condiciones de vida hicieron que su salud empeorase, pero nunca perdió la alegría.

Gracias a la ayuda del Obispo de la diócesis francesa de Clermont-Ferrand, Mons. Gabriel Piguet, y a una joven llamada Josefa Imma Mack, logró ser ordenado sacerdote dentro del campo de concentración.

El P. Leisner celebró su única Misa el 26 de diciembre de 1944 debido a que su salud se fue agravando. Fue liberado del campo de concentración el 4 de mayo de 1945, pero su enfermedad se encontraba en la fase final y pasó las últimas semanas de su vida en un hospital en Múnich, donde falleció el 12 de agosto de ese mismo año.

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