Advirtió que "esta ley no está diseñada para los casos excepcionales, sino para ofrece la eutanasia en el contexto de la fragilidad progresiva y el sufrimiento crónico. Por lo tanto, supone un poderoso efecto llamada a las personas más vulnerables de nuestra sociedad que deberían estar protegidas por nosotros. Empujarles a la eutanasia es un vergonzoso acto de abandono social".
Asimismo, propuso una Ley de Cuidados Paliativos como alternativa, pues "es una gran irresponsabilidad, una gran temeridad desarrollar la eutanasia sin desarrollar antes nuestros indispensables, pero raquíticos, cuidados paliativos, porque sin cuidados paliativos el paciente no puede elegir".
"Con esta Ley no habrá cuidados paliativos a domicilio, pero sí habrá eutanasia en casa", lamentó.
También puso en alerta sobre las graves consecuencias de la Ley que, según su parecer, "promoverá la desconfianza entre padres e hijos, entre hermanos, entre médicos y pacientes y entre los médicos".
"Se producirá un efecto dominó porque siempre habrá un siguiente paso: de los terminales a los crónicos, de ahí a los dependientes, a los discapacitados, a los enfermos mentales, a las personas cansadas de vivir, incluso a los niños, como en Holanda, sin salvaguarda y sin control, como en Holanda, con atajos y con abusos, como en Holanda, incluso de forma no voluntaria, como en Holanda. Por eso hoy, una cuarta parte de las personas mayores en Holanda, si pueden, huyen a vivir fuera de su país".
Hizo hincapié en el sinsentido de definir como "muerte natural" a los fallecidos por eutanasia: "Podrán decir que esto es una muerte natural, pero nunca dejará de ser una muerte provocada".
Por último, lamentó que "a partir de hoy, las personas más débiles de la sociedad tienen motivos para el miedo, la inquietud y la desconfianza".
La posición de la Iglesia
Además de advertir que con la Ley hoy aprobada se podrá aplicar la eutanasia en numerosos casos ajenos "a la situación objetiva de agonía y de dolor incontrolado e incontrolable", la Conferencia Episcopal Española (CEE) denuncia también que "la ley no se limita a despenalizar la eutanasia, sino que convierte tanto la eutanasia como el suicidio asistido en prestaciones sanitarias ordinarias".
La CEE advierte también de la indefensión del paciente, pues "la Ley garantiza la posibilidad de recurrir si se deniega la eutanasia, pero no si se acuerda practicarla".
Se denuncia que "no solo los centros públicos, sino también los privados y concertados estarán obligados a prestar este nuevo servicio de 'ayuda para morir'", mientras que el derecho a la objeción de conciencia "se concibe como un menoscabo potencial al 'acceso y la calidad asistencial de la prestación'".
También se hace hincapié en que el derecho a la objeción de conciencia sólo se reconoce al profesional sanitario "directamente implicado" en la eutanasia, pero "no se reconoce el derecho de objeción a los centros sanitarios como personas jurídicas, lo que puede suponer que hospitales concretos, por ejemplo los católicos, se vean obligados a incluir entre sus prestaciones las prácticas eutanásicas".
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