No es bueno "quejarnos constantemente de los problemas" o "transmitir a nuestros hijos una sensación de preocupación y peligro […]. No queremos proyectarles esa sensación de miedo porque, por supuesto, muchos niños no comprenden la dinámica del COVID-19 y, dependiendo de su edad, es posible que no puedan hacerlo por completo", explicó.
El psicólogo advirtió que "algunos niños pueden tener temores muy exagerados de su propio riesgo de mortalidad por el COVID-19", cuando la ciencia dice lo contrario.
Señaló que The American Academy of Pediatrics dijo que según un reciente estudio en más de 40 estados, el número de muertes de niños por COVID-19 es "extremadamente pequeño en comparación con los adultos". Indicó que diez estados no reportaron ningún niño fallecido.
Siga con las restricciones que se nos exige por nuestro propio bien y el de nuestros seres queridos, pero dé a sus hijos la sensación de que si bien es un problema serio, no le impide vivir una vida sana y feliz, alentó.
Además, como católicos "les haremos saber que no es algo de lo que hay que vivir con miedo constante porque, por supuesto, un día, la muerte nos llegará a todos. Y ninguno de nosotros sabe nunca cuándo, o si es mañana, pero Dios siempre está ahí cuidándonos", agregó.
Finalmente, recomendó disfrutar del tiempo libre participando en actividades interactivas y felices con los hijos. Además sugirió poner como meta disminuir el tiempo en las pantallas y aumentar el tiempo a la interacción social, "simplemente hablando, jugando y haciendo lo que puede hacer".
Se empático con los que piensan diferente sobre el COVID-19
Vost dijo que en estos últimos años se ha visto una mayor polarización política y ahora esta se da en relación al COVID-19. Un extremo "prácticamente no toma precauciones o casi finge que no existe [el virus]", y el otro piensa que la pandemia "es casi vivir como reclusos"; sin embargo, no hay que demonizarlos, sino ser empáticos con ellos, indicó.
El psicólogo explicó que las personas tienden a sentir emociones fuertes tanto cuando no perciben que exista una amenaza seria o cuando perciben que existe una terrible amenaza.
Esto se ve en familias, parroquias e incluso diócesis, porque cada persona reacciona diferente al riesgo del COVID-19 y, de algún modo, "tienen algún fundamento detrás de ese [comportamiento]".
Entonces, no es bueno "tratar de demonizarlos o antagonizarlos, o incluso de chismear a sus espaldas", sino "enfocarnos más en lo que podemos controlar" y las precauciones que podemos tomar. En caso alguien cercano esté realizando algún comportamiento peligroso, hable con ellos "con un espíritu de corrección fraterna, sabiendo que podría ser rechazado", señaló.
"También puedes orar por estas personas" y recordar que todos "estamos tratando de averiguar qué es lo correcto. Por lo tanto, ciertamente no queremos tratarnos unos a otros de una manera odiosa o rencorosa mientras intentamos sacar el máximo provecho de esta situación", agregó.
Mantén contacto con los adultos mayores
El psicólogo dijo que los más afectados por la creciente epidemia de la soledad, agravada por el COVID-19, son los ancianos. Por ello, sugirió que si tiene familiares o amigos ancianos que estén en un asilo o que no pueda tener cerca físicamente por "razones de prudencia" ante el riesgo del virus, piense cómo podría demostrarles que se preocupa por ellos.
Se puede chatear con ellos o llamarlos a diario. Por ejemplo, el psicólogo relató que llamaba todas las noches a su mamá mientras lavaba los platos, y "tener ese contacto diario, significaba muchísimo para ella". Y ya cuando sea posible, alentó a visitarlos para demostrarles cuánto los hemos echado de menos y lo mucho que nos preocupa su bienestar.
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