VATICANO,
El Papa Francisco celebró una Misa este 14 de marzo en el altar de la cátedra de la Basílica de San Pedro con ocasión de los 500 años de la evangelización de Filipinas.
"Han recibido la alegría del Evangelio: que Dios nos ha amado tanto que dio a su Hijo por nosotros. Y esta alegría se ve en su pueblo, se ve en sus ojos, en sus rostros, en sus canciones y en sus oraciones. Quiero darles las gracias por la alegría que traen al mundo entero y a las comunidades cristianas", dijo el Papa.
A continuación, la homilía pronunciada por el Papa Francisco:
"Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito" (Jn 3, 16). Aquí está el corazón del Evangelio, aquí está el fundamento de nuestra alegría. El contenido del Evangelio, de hecho, no es una idea ni una doctrina, el contenido del Evangelio es Jesús, el Hijo que el Padre nos ha dado para que tengamos vida.
Dios es la base de nuestra alegría no es una teoría bella sobre cómo ser feliz, sino experimentar ser acompañado y amado en el camino de la vida. "Tanto amó al mundo que dio a su Hijo". Detengámonos hermanos y hermanas un momento en estos dos aspectos: "tanto amó" y "ha dado".
En primer lugar, Dios tanto amó. Estas palabras, que Jesús dirige a Nicodemo, un anciano judío que quería conocer al Maestro, nos ayudan a ver el verdadero rostro de Dios. Él siempre nos ha mirado con amor y por amor vino a nosotros en la carne de su Hijo. En Él vino a buscarnos a los lugares donde nos perdimos; en Él vino a levantarnos de nuestras caídas; en Él lloró nuestras lágrimas y curó nuestras heridas; en Él bendijo nuestra vida para siempre. El que cree en Él, dice el Evangelio, no está perdido (ibid.). En Jesús, Dios pronunció la palabra definitiva sobre nuestra vida: tú no estás perdido, tú eres amado, siempre amado.