El Obispo de Córdoba (España), Mons. Demetrio Fernández, ofreció una reflexión por el segundo domingo de Cuaresma, y dijo que la transfiguración del Señor es consuelo durante estos días de penitencia y conversión, porque nos muestra que nuestra meta es el Cielo.
En su carta titulada "Mi Hijo Amado, escuchadle", Mons. Fernández reflexionó sobre el pasaje evangélico dominical de la transfiguración del Señor, que inicia diciendo lo siguiente: "Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta y se transfiguró delante de ellos".
"Es una escena evangélica muy atrayente, yo diría incluso fascinante. Se presenta Jesús con Elías y Moisés y deja traslucir en su rostro y en sus vestidos el fulgor de su divinidad. Se trata de una teofanía, esto es, de una manifestación de la divinidad en la carne humana de Cristo", dijo el Prelado.
Para Mons. Fernández, Cristo no solo maravilló a los apóstoles al mostrar su divinidad, sino que les ofreció consuelo espiritual. "La reacción de los apóstoles fue de asombro superlativo, quedaron encandilados al verle, se sentían atraídos como se sintió Moisés ante la zarza ardiente en el monte Sinaí. Y Pedro exclamó: '¡Qué bien se está aquí!'", dijo.
Mons. Fernández se centró en la reacción de San Pedro y afirmó que "cuando Dios se revela, cuando Dios se comunica, el corazón humano experimenta una gran paz, como una gran plenitud". Explicó que esto se debe a que "el corazón humano está hecho para Dios y cuando Dios se le revela, experimenta un gozo que supera todo otro deleite".
Para el Prelado, en la transfiguración del Señor, Dios nos ofrece un anticipo en la tierra de cómo será el Cielo. "Es la consolación espiritual, que tantas veces nos visita y nos da fuerzas para afrontar las dificultades que vinieren", dijo.