Durante la Misa dominical celebrada en la Catedral Metropolitana –que dio inicio a la preparación para el XLVIII Congreso Eucarístico Internacional de Guadalajara–, el Arzobispo Primado de México, Cardenal Norberto Rivera Carrera, señaló que “el cristiano no puede hacerse sordo ni ciego a la injusticia, la hipocresía y la mentira”, y recordó que “la lucha y el rechazo es contra el mal, no contra los seres humanos”.
Al explicar el pasaje del Evangelio de San Lucas, el Cardenal resaltó que “nos hace disfrutar del canto ininterrumpido de amor y de perdón. Este amor ahora se sitúa en una de las fronteras más difíciles de pasar: amar a los enemigos. En Dios la justicia es vencida por el amor”.
“La reacción del cristiano que nos enseña Jesús es muy clara: Ante el mal, rechazo y lucha abierta”, aseguró el Purpurado pero agregó que “el rechazo es contra el mal, no contra los seres humanos, que pueden ser buenos o malos, pero siempre conservarán su dignidad humana, que nadie debe violar, y para los cuales siempre debe haber respeto y comprensión”.
“El cristiano no puede ser cómplice del mal que amenaza nuestra sociedad, no puede meter la cabeza en la arena diciendo que no le importa lo que está sucediendo en la familia, en la escuela, o en la comunidad local o nacional. El cristiano debe enjuiciar evangélicamente los acontecimientos y denunciar proféticamente todo lo que corrompe a nuestro mundo. Evidentemente, todos esto lo debe cumplir por caminos pacíficos y respetando profundamente a los seres humanos”, explicó el Arzobispo.
“El seguidor de Cristo –añadió– no puede caer en la tentación de pensar que, en tales circunstancias, el fin justifica los medios; que para arreglar la sociedad puede hacer como otros grupos que siguen la ideología de la violencia. No, esto, no, aunque sea insultado y difamado por denunciar el mal, defender la vida o proclamar la verdad, como a menudo sucede. La violencia no es el camino para curar la sociedad”.
El Cardenal advirtió que “el odio a los enemigos es como un mal que envenena, un impulso de persecución que no nos deja, una inmadurez peligrosa. Nunca produce satisfacción sino angustia, dado su carácter destructivo. Pero el odio a los enemigos ha sido, por desgracia, y es moneda corriente”; y resaltó que “el mayor bien que podemos hacer a todos aquellos que desprecian el proyecto de Dios y combaten la dignidad humana es anunciarles la Buena Nueva”.