Finalmente, sobre la crisis económica el Papa se mostró crítico con las sanciones económicas impuestas a algunos países, ya que han agravado las crisis humanitarias.
Las sanciones, aseguró, "terminan en su mayor parte por repercutir principalmente en los sectores más débiles de la población, más que en los responsables políticos. Por lo tanto, aun comprendiendo la lógica de las sanciones, la Santa Sede no ve su eficacia y espera su relajación, también para favorecer el flujo de ayudas humanitarias, sobre todo de medicamentos e instrumentos sanitarios, sumamente necesarios en este tiempo de pandemia".
Crisis política
La crisis política, afirmó el Santo Padre, se caracteriza por "el crecimiento de las contraposiciones políticas y la dificultad, por no decir la incapacidad, de encontrar soluciones comunes y compartidas a los problemas que aquejan a nuestro planeta".
En medio de esta crisis, el principal reto en este momento histórico es "mantener vivas las realidades democráticas".
Destacó que "el desarrollo de una conciencia democrática exige que se superen los personalismos y prevalezca el respeto del estado de derecho".
A raíz de esa idea, el Papa se refirió a la situación en Myanmar (antigua Birmania), donde en los últimos días se ha producido un golpe de estado militar.
"El camino hacia la democracia emprendido en los últimos años se vio bruscamente interrumpido por el golpe de estado de la semana pasada. Esto ha provocado el encarcelamiento de varios dirigentes políticos, que espero sean liberados rápidamente, como estímulo al diálogo sincero por el bien del país", fue el llamado del Papa.
Argumentó que "uno de los signos de la crisis de la política es justamente la reticencia que a menudo se verifica para iniciar procesos de reforma".
Insistió en que "no hay que tener miedo a las reformas, incluso si exigen sacrificios y no pocas veces un cambio de mentalidad. Todo cuerpo vivo necesita reformarse continuamente y en esta perspectiva se encuentran también las reformas que implican a la Santa Sede y la Curia Romana".
De todos modos, "no faltan igualmente signos alentadores, como la entrada en vigor, hace algunos días, del Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares, así como la prórroga por otros cinco años del Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (el llamado Nuevo START) entre la Federación Rusa y los Estados Unidos de América".
Sin embargo, el Papa pidió que ese esfuerzo de desarme y control de armamento siga avanzando: "El esfuerzo en el ámbito del desarme y de la no proliferación de los armamentos nucleares, que, si bien entre dificultades y reticencias, es necesario intensificar, debería efectuarse igualmente en lo que se refiere a las armas químicas y a las armas convencionales. Hay demasiadas armas en el mundo".
Luego, se refirió también al caso del conflicto sirio y expresó su deseo de que 2021 sea el año en que finalice dicha guerra.
"Para que eso suceda, se necesita un renovado interés también de parte de la Comunidad internacional para afrontar con sinceridad y valentía las causas del conflicto y buscar soluciones por medio de las cuales todos, independientemente de la pertenencia étnica y religiosa, puedan contribuir como ciudadanos al futuro del país".
Además, hizo extensible ese deseo de paz a Tierra Santa: "La confianza recíproca entre israelíes y palestinos debe ser la base para un renovado y decisivo diálogo directo entre las partes que resuelva un conflicto que perdura desde hace demasiado tiempo".
Del mismo modo, "espero un renovado compromiso político nacional e internacional para favorecer la estabilidad del Líbano, que está atravesado por una crisis interna y corre el riesgo de perder su identidad y de encontrarse aún más comprometido por las tensiones regionales".
Destacó que "los cristianos constituyen el tejido conector histórico y social del Líbano y a ellos, a través de las múltiples obras educativas, sanitarias y caritativas, se les ha de asegurar la posibilidad de continuar trabajando por el bien del país, del que han sido fundadores. Debilitar la comunidad cristiana puede destruir el equilibrio interno y la misma realidad libanesa".
También expresó su deseo de paz "para Libia, devastada desde hace mucho tiempo por un conflicto".
El Papa tampoco quiso olvidar "otra grave plaga de nuestro tiempo: el terrorismo, que cada año se cobra numerosas víctimas en todo el mundo entre la población civil indefensa".
"Mi pensamiento se dirige a todas las víctimas y a sus familias, a quienes les fueron arrancadas personas queridas por una violencia ciega, motivada por distorsiones ideológicas de la religión. Además, los objetivos de tales ataques son con frecuencia los lugares de culto, donde se reúnen los fieles en oración".
A este respecto, "quisiera destacar que la protección de los lugares de culto es una consecuencia directa de la defensa de la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, y es un deber para las autoridades civiles, independientemente de la tendencia política o de la pertenencia religiosa".
Crisis de las relaciones humanas
La última crisis a la que se refirió el Papa es el de las relaciones humanas: "La pandemia, que nos ha obligado a largos meses de aislamiento y muchas veces de soledad, ha hecho emerger la necesidad de relaciones humanas que tiene cada persona. Pienso sobre todo en los estudiantes, que no han podido ir regularmente a la escuela o a la universidad".
El Pontífice lamentó que "asistimos a una suerte de 'catástrofe educativa', ante la que no podemos permanecer inertes, por el bien de las generaciones futuras y de la sociedad en su conjunto".
Se refirió también a los problemas de convivencia familiar producidos en algunos casos debido a los confinamientos.
"No todos han podido vivir con serenidad en la propia casa y algunas convivencias han degenerado en violencia doméstica. Exhorto a todos, autoridades públicas y sociedad civil, a ofrecer ayuda a las víctimas de la violencia en la familia. Sabemos que lamentablemente son las mujeres, a menudo junto con sus hijos, quienes pagan el precio más alto".
Por otro lado, "las exigencias para contener la difusión del virus también se ramificaron sobre diversas libertades fundamentales, incluida la libertad de religión, limitando el culto y las actividades educativas y caritativas de las comunidades de fe".
Sin embargo, "no debemos pasar por alto que la dimensión religiosa constituye un aspecto fundamental de la personalidad humana y de la sociedad, que no puede ser cancelado; y que, aun cuando se está buscando proteger vidas humanas de la difusión del virus, la dimensión espiritual y moral de la persona no se puede considerar como secundaria respecto a la salud física".
"La libertad de culto no constituye un corolario de la libertad de reunión", explicó el Papa, "sino que deriva esencialmente del derecho a la libertad religiosa, que es el primer y fundamental derecho humano".
"Por eso", concluyó el Pontífice, "es necesario que sea respetada, protegida y defendida por las autoridades civiles, como la salud y la integridad física. Además, un buen cuidado del cuerpo nunca puede prescindir del cuidado del alma".
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