El Arzobispo de Managua (Nicaragua), Cardenal Leopoldo Brenes, celebró recientemente una Misa Solemne en la que recordó los seis meses del atentado que destruyó parte de la capilla de la Catedral de la Inmaculada Concepción, donde se custodia la antigua imagen de la Sangre de Cristo.
El 31 de julio de 2020 un desconocido ingresó a las 11:00 a.m. a la capilla de la Sangre de Cristo, ubicada en la Catedral de Managua, y lanzó una bomba incendiaria que dañó severamente el recinto y a la consagrada y venerada imagen de la Sangre de Cristo, un crucifijo de 382 años ante el cual San Juan Pablo II se arrodilló en su segunda visita a Nicaragua el 7 de febrero de 1996.
Apenas ocurrido el ataque, el Purpurado dijo que el bombardeo se trató de "un acto de profanación totalmente condenable, por lo que debemos permanecer en constante oración para derrotar a las fuerzas malignas". El atentado ocurrió en medio de hechos de violencia contra contra varias parroquias del país, que incluyó robos y profanaciones.
Seis meses después, en su homilía del 31 de enero, el Purpurado recordó el lamentable atentado con tristeza, pero aseguró que la fe en Jesucristo no puede ser destruida con este tipo de agravios, porque está grabada en el corazón del hombre.
"Con mucha tristeza a diario recordamos ese lamentable atentado contra la preciosa y consagrada imagen de la Sangre de Cristo. Sin embargo, decía el Santo Padre el día miércoles refiriéndose a la Palabra: 'Alguien podrá echar al fuego toda la Biblia del mundo y sin embargo, la Palabra no se va a perder y se podrá nuevamente escribir, porque esa palabra quedó grabada en el corazón", dijo.
También se refirió a "la persona o las personas que planificaron ese atentado" y dijo que aunque "pensaron que destruyendo nuestra venerada y consagrada imagen la fe en Jesucristo se perdía", "nuestra fe en Jesucristo no está pegada en la frente con saliva".