Bielorrusia se encuentra en una inestabilidad política y social tras las elecciones del 9 de agosto en las que resultó reelegido el presidente Aleksandr Lukashenko, en el cargo desde el año 1994, y que hace poco abogó por nacionalizar la Iglesia en el país.
Los grupos opositores denunciaron la manipulación de las elecciones y, desde entonces, se repiten las manifestaciones de protesta contra el presidente.
En ese contexto, el gobierno de Lukashenko inició una deriva autoritaria que busca restringir aún más las libertades ciudadanas para ahogar los grupos de protesta. En esa estrategia, ha iniciado también una campaña contra las autoridades religiosas y, en particular, de la Iglesia católica en el país.
De hecho, el presidente Lukashenko ya abogó por nacionalizar la Iglesia en el país. Además, el Arzobispo de Minsk, y presidente de los Obispos de Bielorrusia, Mons. Tadeusz Kondrusiewicz, sigue todavía en el exilio sin posibilidad de regresar al país, después de que le impidieran el paso el 31 de agosto cuando trataba de cruzar la frontera después de haber viajado a Polonia para asistir a una celebración mariana.
Por si eso no fuera suficiente, su auxiliar, Mons. Yury Kasabutsky, también ha sido amonestado por el gobierno con la acusación de haber estigmatizado algunos de los arrestos contra manifestantes.
El pasado 21 de noviembre, Mons. Kondrusiewicz viajó a Vilnius, Lituania, donde celebró Misa para la comunidad bielorrusa con motivo de la fiesta de la Madre de la Divina Misericordia. Fue la segunda ocasión en que pudo celebrar en su lengua desde que comenzó el exilio.