Frente a las numerosas amenazas que ha recibido, el Prelado resaltó que “Dios lo protege a uno, en el sentido de la Providencia que es que la vida está en las manos de Dios, aún cuando Él no pone en la mano del otro el disparo que le va a tocar a uno. Esa es la única seguridad con la que uno sale a estas cosas”.

Otro testimonio es el de Mons. Jaime Prieto Amaya, Obispo de Barrancabermeja, quien desde hace 10 años “siempre que va a alguna región para encontrarse con representantes de la guerrilla o con las autodefensas, lleva la Biblia y comienza la conversación leyendo una parte de ella”.

Al referirse también a las amenazas de muerte, el Prelado afirmó que “cuando uno pasa de cierta edad, todo es muerte natural”.

Más adelante, el artículo presenta el testimonio de Mons. Héctor Julio López, Obispo de Girardot, quien lleva varios años trabajando en el diálogo con grupos guerrilleros y en la pastoral con pueblos muy lejanos de la ciudad.

El Prelado recordó la experiencia cuando “íbamos a pedirle a la guerrilla que dejara salir a un señor que estaba muy enfermo. Le dejamos medicinas y la Biblia. Luego, al ser liberado, nos contó que le habían dado los medicamentos pero nunca la Biblia”.

Por su parte, el Obispo de Montería, Mons. Julio César Vidal, expresó que frente al miedo que suscita la violencia, “uno como cristiano sabe que está en manos de Dios y se encomienda a él. Yo sé que no se cae una hoja de un árbol sin que Dios lo permita, y además, tengo claro que su voluntad es que trabajemos por defender la vida, por buscar la paz y eso es lo que hacemos los obispos que estamos facilitando el diálogo entre los grupos insurgentes y el Gobierno. Tomamos riesgos porque queremos la paz de Colombia”.

Asimismo, el reportaje resalta el testimonio del Obispo de Málaga-Soatá, Mons. Darío Monsalve, quien recordó que “en la visita a la zona, entré a una casa de una señora a la que le habían asesinado el esposo. Ella tenía un niño en brazos y otro mayorcito que dormía en una estera. El niño se despertó, saltó de la estera y me agarró de las piernas, suplicándome que no fuera a asesinar a su mamá. A uno le duele el alma, mucho más cuando ve cómo se siente el terror de la violencia sobre los niños”.

El Obispo añadió que ante una serie de amenazas por parte de un grupo paramilitar de la región, tuvo que “hacerles entender que mi labor es pastoral y que atiendo a cualquier ser humano, porque esa es nuestra misión”.

Finalmente, la nota resalta el trabajo de Mons. Fidel León Cadavid, Obispo del Quibdó (Chocó), quien “ha tenido que aprender muchos rituales y participar en algunas ceremonias de las comunidades negras e indígenas”.