El 7 de noviembre se cumplen 10 años de la dedicación del templo expiatorio de la Sagrada Familia por Benedicto XVI en el año 2010, una preciosa ceremonia en la que recordó que "Gaudí, con su obra, nos muestra que Dios es la verdadera medida del hombre. Que el secreto de la auténtica originalidad está, como decía él, en volver al origen que es Dios".
Coincidiendo con esta efeméride el Arzobispo de Barcelona (España), el Cardenal Juan José Omella, presidió la beatificación del joven mártir Joan Roig Diggl en este templo.
La consagración del templo tuvo lugar durante el viaje a España del Papa emérito Benedicto XVI el 6 al 7 de noviembre de 2010. A la Eucaristía asistieron los entonces reyes de España Juan Carlos y Sofía. Además estuvo presente el hoy Arzobispo Emérito de Barcelona, Cardenal Lluis Martínez Sistach, y otros miembros del clero local.
En la homilía de la misa para la consagración como basílica menor de la Sagrada Familia, Benedicto XVI animó a "mostrar al mundo el rostro de Dios, que es amor y el único que puede responder al anhelo de plenitud del hombre".
También recordó que esta consagración era un "punto significativo en una larga historia de ilusión, de trabajo y de generosidad, que dura más de un siglo" y por eso recordó a todos los que la han hecho posible, pero sobre todo recordó "al que fue alma y artífice de este proyecto: a Antoni Gaudí, arquitecto genial y cristiano consecuente, con la antorcha de la fe ardiente hasta el término de su vida, vivida en dignidad y austeridad absoluta".
El Papa emérito explicó entonces que al dedicar el templo "en el corazón del mundo, ante la mirada de Dios y de los hombres, en un humilde y gozoso acto de fe, levantamos una inmensa mole de materia, fruto de la naturaleza y de un inconmensurable esfuerzo de la inteligencia humana, constructora de esta obra de arte".
"Ella es un signo visible del Dios invisible, a cuya gloria se alzan estas torres, saetas que apuntan al absoluto de la luz y de Aquel que es la Luz, la Altura y la Belleza misma", destacó.