Hace 40 años, el 25 de octubre de 1980, concluyó en el Vaticano el Sínodo de los Obispos dedicado a la familia, en el que se reafirmó la enseñanza de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio y los contenidos de la encíclica Humanae Vitae del Papa San Pablo VI.
Durante ese sínodo, los obispos redactaron un "Mensaje a las familias cristianas en el mundo moderno" e hicieron una propuesta a favor de una Carta de los derechos de la familia que el Papa San Juan Pablo II promulgó en 1983.
Fruto de la discusión y de las propuestas de la asamblea sinodal, el Papa Wojtyla firmó la exhortación apostólica postsinodal titulada Familiaris consortio.
Del Sínodo de 1980, el séptimo luego del Concilio Vaticano II, emergieron muchos puntos claros del Magisterio católico que se mantienen invariables.
Juan Pablo II, que siguió de cerca los trabajos del Sínodo, era muy joven y estaba lleno de energía. Solo tenía 60 años y no había sufrido el atentado del 13 de mayo de 1981 en la Plaza de San Pedro que casi acaba con su vida.
El día de la conclusión del Sínodo, el 25 de octubre de 1980, Juan Pablo II se dirigió a los obispos reunidos en la Capilla Sixtina en el Vaticano: "En la riqueza de las intervenciones, de las relaciones y de las conclusiones de este Sínodo –que se ha movido sobre dos ejes: la fidelidad al plan de Dios acerca de la familia y la 'praxis' pastoral, caracterizada por el amor misericordioso y el respeto debido a los hombres, abarcándolos en toda su plenitud, en lo referente a su 'ser' y a su 'vivir'–, en esa gran riqueza, decíamos, que ha sido para nosotros motivo de gran admiración, hay algunas partes que han llamado la atención de los padres de un modo especial, porque tenían conciencia de ser intérpretes de las expectativas y de las esperanzas de muchos esposos y familias".