Con este espíritu vivió la enfermedad que enfrentó con serenidad y lo condujo a la muerte.
Carlo se abandonó entre los brazos de la Providencia y bajo la mirada materna de María repetía: "Quiero ofrecer todos mis sufrimientos al Señor por el Papa y la Iglesia. No quiero ir al purgatorio, quiero ir directo al Cielo".
Hablaba así, recordemos, un joven de 15 años, revelando una sorprendente madurez cristiana, que nos estimula y nos anima a tomarnos en serio la vida de fe.
Carlo despertaba además una gran admiración por el ardor con el que, en las conversaciones, defendió la santidad de la familia y la sacralidad de la vida contra el aborto y la eutanasia.
Las Mejores Noticias Católicas - directo a su bandeja de entrada
Regístrese para recibir nuestro boletín gratuito de ACI Prensa.
Click aquí
El nuevo Beato representa un modelo de fuerza, ajeno a cualquier compromiso, consciente de que para permanecer en el amor de Jesús es necesario vivir concretamente el Evangelio, incluso a costa de ir contracorriente.
Realmente hizo suyas las palabras de Jesús: "Este es mi mandamiento que se amen los unos a los otros como yo los he amado". Esta certeza en su vida lo llevó a tener una gran caridad con el prójimo. Sobretodo hacia los pobres, los ancianos, las personas solas y abandonadas, sin techo, los discapacitados y las personas marginadas. Carlo fue siempre acogedor con los necesitados y cuando iba a la escuela los encontraba en la calle y se detenía a hablar, escuchaba sus problemas y, en la medida de lo posible, los ayudaba.
Carlo nunca se centró en sí mismo, sino que fue capaz de comprender las necesidades y los requerimientos de las personas, en quienes veía el rostro de Cristo. En este sentido, por ejemplo, no dejó de ayudar a sus compañeros de clase, en particular los que estaban en problemas.
Una vida luminosa, por tanto, totalmente entregada a los demás, como el Pan Eucarístico.
Queridos hermanos y hermanas, la Iglesia hoy se regocija. Porque en este joven beato se cumplen hoy las palabras del Señor: "Yo he elegido a ustedes y los he constituido para que vayan y lleven mucho fruto". Y Carlo fue y llevó el fruto de la santidad, mostrándola como meta al alcance de todos y no como algo abstracto y reservado para unos pocos.
Su vida es un modelo particularmente para los jóvenes, para no encontrar justificaciones no solo en los éxitos efímeros, sino en los valores perennes que Jesús sugiere en el Evangelio, es decir, para poner a Dios en primer lugar en las grandes y pequeñas circunstancias de la vida, y para servir a los hermanos especialmente los últimos.