VATICANO,
En su comentario previo al rezo del Ángelus, el Papa reflexionó sobre dos actitudes de Dios: la llamada y la recompensa. Estas dos actitudes las explica Jesús en el Evangelio en la parábola de los trabajadores llamados a trabajar por el dueño de la viña.
Sobre la llamada, el Pontífice explicó que en la parábola evangélica se narra cómo "el dueño de la viña sale en cinco ocasiones a la plaza y llama a trabajar para él: a las seis, a las nueve, a las doce, a las tres y a las cinco de la tarde. Es conmovedora la imagen de este dueño que sale varias veces a la plaza a buscar trabajadores para su viña".
Según el Santo Padre, "ese dueño representa a Dios, que llama a todos y llama siempre. A cualquier hora. Dios actúa así también hoy: nos sigue llamando a cada uno, a cualquier hora, para invitarnos a trabajar en su Reino. Este es el estilo de Dios, que hemos de aceptar e imitar. Él no está encerrado en su mundo, sino que 'sale' continuamente a la búsqueda de las personas, porque quiere que nadie quede excluido de su plan de amor". "Dios siempre está en salida, buscándonos".
Del mismo modo, "también nuestras comunidades están llamadas a salir de los varios tipos de 'fronteras' que pueden existir, para ofrecer a todos la palabra de salvación que Jesús vino a traer. Se trata de abrirse a horizontes de vida que ofrezcan esperanza a cuantos viven en las periferias existenciales y aún no han experimentado, o han perdido, la fuerza y la luz del encuentro con Cristo".
"La Iglesia debe ser como Dios: siempre en salida. Y cuando la Iglesia no está en salida, se enferma de las muchas enfermedades que tenemos en la Iglesia. '¿Y por qué estas enfermedades en la Iglesia?'. 'Porque no está en salida'. Es cierto que cuando uno sale está el peligro de un accidente. Pero es mejor una Iglesia accidentada por salir a anunciar el Evangelio que una Iglesia enferma de cerrazón. Dios sale siempre, porque es Padre, porque ama. La Iglesia debe hacer lo mismo, siempre en salida".
La segunda actitud del dueño de la viña en la parábola evangélica, que representa a Dios, es "su modo de recompensar a los trabajadores. Se pone de acuerdo con los primeros obreros, contratados por la mañana, para pagarles 'un denario'. En cambio, a los que llegan a continuación les dice: 'Os daré lo que sea justo'. Al final de la jornada, el dueño de la viña ordena que a todos les sea dada la misma paga, es decir, un denario".