MADRID,
La sevillana Victoria Díez tenía 33 años cuando fue llevada, junto con otras 17 personas, a las afueras de un pueblo de Córdoba, España, y, un día después fusilada. "Ánimo, adelante, Cristo nos espera", eran las palabras con las que esta joven maestra laica animaba a sus compañeros camino al martirio.
La muerte de Victoria Díez, proclamada beata en 1993 por San Juan Pablo II, se produjo el 11 de agosto de 1936, durante la Guerra Civil Española. Con motivo del aniversario de su martirio, la Archidiócesis de Sevilla ha querido recordarla como un ejemplo para todos los maestros.
En una nota difundida en el sitio web de la Archidiócesis se recuerda que la beata Victoria Díez "desde muy joven muy joven destacó por su entrega a los demás y una profunda manifestación de fe. Con vocación para la enseñanza fue maestra laica, miembro de la Institución Teresiana".
Cuando tenía 25 años fue destinada al pueblo cordobés de Hornachuelos. Tenía 25 años. Allí se implicó en la ayuda a las familias más vulnerables y a la formación humana y espiritual de los niños: puso en funcionamiento la catequesis infantil y promocionó la Acción Católica.
Su método pedagógico sorprendió, y todavía sigue sorprendiendo, por su innovación para la época: sesiones de gimnasia rítmica, actividades en el exterior, caminatas por el campo, y lecciones de artes plásticas y de música.
También impulsó la educación de mujeres trabajadoras mediante clases nocturna y la creación de una biblioteca para antiguas alumnas.